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Actualizado: 1 de julio de 2025


Tristán, el de la cicatriz, fué a ver al capitán, y le propuso que se modificaran los libros de a bordo, se cambiara el nombre del barco y nos quedáramos con él. El capitán le dijo que, si volvía a proponerle aquello, le mandaría arrestar. Tristán, el de la cicatriz, pareció conformarse; pero, no sólo no se conformó, sino que intentó sublevar la tripulación.

Hostigado de los clamores de los vecinos, que deseaban poner á salvo sus vidas y haciendas, se vió precisado á buscar un seguro asilo, á 12 leguas de distancia de aquella villa, y esperar con menos sobresalto el socorro que tenia pedido, acompañado solamente de los pocos que estuvieron enteramente determinados á seguirle, quitando por este medio la ocasion de que aquellas provincias intentasen tal vez redimir sus intereses del indulto que recelaban, con el atentado de arrestar su persona, para entregarla despues al caudillo de la rebelion, como lo solicitaba.

Con estas noticias se dispuso, que un destacamento de 1,000 hombres de caballeria y 2,000 indios auxiliares de Anta, al cargo del Mayor General del ejército, D. Francisco Cuellar, se pusiese en marcha á dobles jornadas para la provincia de Carabaya, no solo con el objeto de perseguir y procurar arrestar á los traidores, antes que se acogiesen á los Andes, si no tambien para que castigase á aquellos infames provincianos, que han sido, entre los que nos han aborrecido, los enemigos mas tenaces del nombre español.

No siguieron este intento los rebeldes, antes bien tomaron el camino de Langui; y como se habia hecho pública su última derrota, se atrevió á perseguirlos D. Ventura Larda, unido á otros vecinos de aquella jurisdiccion, que lograron arrestar al mismo José Gabriel, á su muger Micaela Bastidas, y á dos hijos, Hipólito y Fernando, que entregaron para su segura conduccion y custodia á unos de los destacamentos que habian ido siguiendo su alcance, y fueron conducidos al campo español, donde aquel mismo dia habian sufrido ya la pena de horca 67 rebeldes, que se arrestaron en aquellas inmediaciones, cuyas cabezas se colgaron en los parajes públicos, para escarmiento de los demas sediciosos; á quienes se les tomaron ocho cañones de diferentes calibres, siendo el mayor del de á cuatro, 20 fusiles y escopetas, dos pares de pistolas, cuatro quintales de balas de cañon y de fusil, otros tantos de pólvora, 30 lanzas, y mucha parte de los robos y saqueos que habian hecho.

Alguno encontró en el cuarto del médico un frasco con polvos de quina. Hicimos una poción para los enfermos. De veinte atacados se nos murieron ocho. Ugarte tuvo la humorada de sublevar algunos marineros estando el barco atacado de fiebres. Quería que cambiásemos de nombre a El Dragón y nos dedicáramos a la piratería por el Pacífico. Tuve que arrestar a aquel loco.

Palabra del Dia

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