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Mis pasos eran cada vez más cortos y más tardos, recorriendo, mareando, el confuso laberinto de las calles, animadas con vivas ráfagas de luz, regaladas de músicas y vibrantes de gritos y carcajadas femeninas. Llegaban las once, y entonces mis pies se movían presurosos por la revuelta calle de Argote de Molina, hasta alcanzar la casa de Gloria.

Entróse, y encontró á la señora María entregada á sus faenas domésticas, y al señor Melchor Argote sentado junto á un fuego mezquino almorzando pan y queso. Dios os guarde, señora dijo don Juan entrando. Miróle la vieja con su vista cruzada durante un segundo, y luego dijo: ¡Jesús, buen mozo! ¡yo os daba por perdido! ¿y de dónde venís, hijo?

María y S. Bartolomé; allí el castillo y palacio de los condes de Altamira nos trae á la memoria la magnánima defensa que contra la acometida del rey moro Mohammad hicieron los caballeros Alonso Perez de Saavedra su alcaide, el señor de Cañete Fernando Alonso de Córdoba, Payo Arias de Castro, señor de Espejo, y Juan Martinez de Argote, señor de Lucena.

«El verso de ocho sílabas es el propio y natural de España, en cuya lengua se halla más antiguo que en alguna otra de las vulgares, y así en ella solamente tiene toda la gracia, lindeza y agudeza que es más propia del ingenio españolArgote de Molina, Discurso sobre la poesía castellana.

Hay como se ve causa sobrada para la confusion de los dos duques de Arjona en uno solo; y la hay tambien para que los mismos historiadores graves y críticos como Morales y Argote, no ya el vulgo, hayan tomado á la misteriosa dama encerrada en la catedral de Córdoba por D.ª Tarsia, la amiga del rey D. Martin de Sicilia: Mejor informados en este punto el autor inédito del m. s.

Ambrosio de Morales en los cinco libros «postreros de la Crónica general de España» (Córdoba 1586) pone antes de unos versos de Argote de Molina, en favorable recomendación de su obra, estas palabras: «ELOGIO DEL MUY ILUSTRE SE

Dícese que sirvió de modelo y estímulo á Argote de Molina y á Rodrigo Zamorano para que á su vez reunieran entonces en Sevilla gran número de objetos naturales, de todo lo cual resultó un verdadero progreso científico.

Pasé aquel día en un estado de fuerte excitación, ideando mil monstruosidades y majaderías. Por la noche, al llegar las once, a sabiendas de que Gloria no podía estar en la reja, las piernas me llevaron a la calle de Argote de Molina.

En esta ocasion descubrieron las aguas á la otra parte del rio vestigios de edificios antiguos, sobre lo que escribió D. Pedro Diaz de Rivas una curiosa y erudita carta al abad de Rute D. Francisco Fernandez de Córdoba. A 22 de mayo murió el célebre racionero D. Luis de Góngora y Argote, que fué considerado por su ingenio, erudicion y poesía, como el fénix de su siglo.

Yo mismo, en calidad de poeta descriptivo y colorista, había barajado en más de una ocasión estos lugares comunes de la estética andaluza, con aplauso de mis convecinos. Mas ahora la realidad excedía y se apartaba un poco de este convencionalismo poético. Por lo pronto, yo no reparé al entrar en la calle de Argote de Molina, a las once, si había en el cielo luna y estrellas.