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Actualizado: 3 de junio de 2025
19 Entonces Nabucodonosor fue lleno de ira, y se demudó la figura de su rostro sobre Sadrac, Mesac, y Abed-nego; habló, y mandó que el horno se encendiese siete veces más de lo que cada vez solía. 20 Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac, y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo.
Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore Y al cielo tornen puras con mi clamor en pos, Deja que un sér amigo mi fin temprano llore Y en las serenas tardes cuando por mi alguien ore Ora tambien, oh Patria, por mi descanso á Dios!
Y Quilito echó mano al clavo ardiendo, largando el nombre de su tío, don Bernardino Esteven. Eso es otra cosa exclamó el usurero; conozco mucho al señor Esteven; cuente usted, mi amigo, con la cantidad pedida. Espero que no hablará usted a mi tío, ni a nadie, de este asunto.
A la derecha, y sobre otro altar, estaba ya también en su nicho el Santo Patrono. Ambos altares resplandecían con muchísimas velas y hachones ardiendo, y ramilletes de flores y festones y guirnaldas de arrayán, laurel y limonero los engalanaban.
21 Y envió el rey a Jehudí a que tomase el rollo, el cual lo tomó de la cámara de Elisama escriba, y leyó en él Jehudí a oídos del rey, y a oídos de todos los príncipes que junto al rey estaban. 22 Y el rey estaba en la casa de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él;
No pudiendo ya contener mi intranquilidad, me revolvía en las sábanas, me sentaba, fumaba, encendía y apagaba la luz... Cuando la encendía, no vislumbraba más que sombras... Cuando la apagaba, en la obscuridad más completa, veía unos vagos arabescos, como de humo, que se agrandaban y achicaban, subiendo y bajando en el aire. En mi cabeza penetró, poco a poco, el clavo ardiendo de una idea fija.
La superficie brilla como salpicada de partículas de plata o como si entre las aguas corrieran metales fundidos: hierro, oro o plata y azufre ardiendo.
El centelleo de muchos papelotes todavía ardiendo, alumbraba mi cuarto; yo estaba de pie con la carta en la mano, como un hombre que se ahoga y aferra a una cuerda rota; por casualidad entró Oliverio. Al ver aquel montón de cenizas humeantes comprendió y dirigió una rápida mirada a la carta. ¿Están buenos en Nièvres? me preguntó fríamente.
Dineros he menester yo; que agüelos no respondió el Estudiante : con los míos me haga Dios bien ; que me han dicho mis padres que deciendo de Leandro el animoso, el que pasaba el mar de Abido «en amoroso fuego todo ardiendo» , y tengo mi ejecutoria en las obras sueltas de Boscán y Garcilaso .
Como ramilletes de fuego saltaban las aves, é intentaban volar ardiendo vivas. Se desplomó un trozo del muro hecho de barro y estacas, y por la negra brecha salió como una centella un monstruo espantable. Arrojaba humo por las narices, agitando su melena de chispas, batiendo desesperadamente su rabo como una escoba de fuego, que esparcía hedor de pelos quemados. Era el rocín.
Palabra del Dia
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