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Actualizado: 18 de octubre de 2025
Aseguran los anales secretos de Babilonia, que cayó una vez en la tentacion, pero que quedó pasmado de gozar sin deleyte, y de tener su dama en sus brazos distraido. Era aquella á quien sin pensar dió pruebas de su proteccion, una camarista de la reyna Astarte.
32 Y el mandamiento de Ester confirmó estas palabras del Purim, y fue escrito en el libro. 1 Y el rey Asuero impuso tributo sobre la tierra y las islas del mar. 2 Y toda la obra de su fortaleza, y de su valor, y la declaración de la grandeza de Mardoqueo, con que el rey le engrandeció, ¿no está escrito en el libro de los anales de los reyes de Media y de Persia?
Escribió una sátira contra el regente, y lo encerraron en la Bastilla. Pero me olvidaba de que esa Bastilla cuenta en sus anales un personaje más famoso aún que el mismo Voltaire, para las tradiciones de aquel edificio.
No otra cosa demuestran las construcciones de que nos ocupamos, las cuales se destacarían notablemente entre la salvaje perspectiva de las casas de hojas de coco, de que nos hablan las historias de las primeras misiones. A más de los anteriores antecedentes, existen otros en los anales de aquellas, en los cuales vemos admitir como cierto el feudalismo de que nos venimos ocupando.
Por la mañana estudiaba filosofía y teología, leía las revistas científicas de los jesuitas, y escribía sus sermones y otros trabajos literarios. Preparaba una Historia de la Diócesis de Vetusta, obra seria, original, que daría mucha luz a ciertos puntos obscuros de los anales eclesiásticos de España.
Casos por el estilo habían ocurrido ya y debían estar consignados en los archivos y anales del infierno. Así, por ejemplo el del monje Teófilo, y el de Cipriano, mágico prodigioso de Antioquía. Para un sujeto travieso y listo, fundado en la tontería del diablo y envalentonado con tan curiosos precedentes, un pacto con el diablo ha de ser una ganga de la que debe sacar mil provechos y ventajas.
Estos «ganchos» trascendentales merecieron la admiración y el aplauso de los pueblos, que siguen venerando la memoria de aquellos insignes diplomáticos. El «gancho», tiene, pues, glorioso abolengo histórico, y no debe desdeñarse mi entrometimiento que ocupa tantas y tan sublimes páginas en los anales de la humanidad.
El día que dos alemanes señalaron, ó mejor dicho, arrancaron á la fuente por la fuerza de la ciencia, metales que no eran todavía conocidos, es uno de los grandes días de la historia. Comparados con esta fecha, ¡cuán insignificantes son en los anales de la humanidad las victorias ó la muerte de los más célebres conquistadores!
Mientras las muchachas se entretenían en hilar, la madre contaba al hijo, por la milésima vez, la tradición de su familia. Esta no es un secreto, y bien puedo darla a conocer a mis lectores, que la hallarán relatada con extensos y curiosos pormenores en el importante libro que con el título Anales del Cuzco, publicó mi ilustrado amigo y compañero de Congreso don Pío Benigno Mesa.
La huella de sus pasos no se borrará jamás en los anales del derecho humano, porque ellos han sido los primeros en hacer surgir nuestro moderno concepto de la libertad, de las inseguridades del ensayo y de las imaginaciones de la utopía, para convertirla en bronce imperecedero y realidad viviente; porque han demostrado con su ejemplo la posibilidad de extender a un inmenso organismo nacional la inconmovible autoridad de una república; porque, con su organización federativa, han revelado según la feliz expresión de Tocqueville la manera cómo se pueden conciliar con el brillo y el poder de los Estados grandes la felicidad y la paz de los pequeños.
Palabra del Dia
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