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Actualizado: 26 de julio de 2025
Don Marcelino Menéndez y Pelayo hubiera podido entonces decir sin rencor, hablando de América, en su obra titulada Ciencia española, que la ingratitud y la deslealtad son fruta propia de aquella tierra. El mismo Sr.
II, cap. Es de observar cómo en las expediciones y armadas del siglo XVI, lo mismo en África que en América ú Oceanía, cualquiera que fueran el objeto, el término y las dificultades, iban mujeres españolas decididas á compartir los trabajos del soldado, sin aspiración á la gloria que pudiera caberle.
Si el susodicho amigo mío se sale con la suya y reconstituye la lengua turdetana, los andaluces echaremos la zancadilla a los catalanes, a los gallegos, a los vascongados y a cuantos oriundos de España hay en América, aunque abandonando el castellano, salgan hablando y escribiendo en quichua, en guaraní o en el habla de los chibchas o de los aztecas.
Las tres farolas de popa se encendieron, y las naves tomaron la ruta de América.
En América atacan los ferrocarriles y las diligencias y hasta los tranvías en las afueras de las poblasiones; yo lo he visto muchas veces en los sinematógrafos.
Quiero yo significar con esto, que no hay crueldad ni horror de cuantos el hombre hace con seres animados irracionales que no haya hecho o haga con sus semejantes cuando no tiene animales silvestres o domésticos de qué valerse. En todo país, como por ejemplo, en la América precolombina, salvo el Perú, cuando no había bestias de carga, el hombre convertía en bestia de carga al hombre.
Doy tanta importancia a estos pormenores porque ellos servirán a explicar todos nuestros fenómenos sociales y la revolución que se ha estado obrando en la República Argentina; revolución que está desfigurada por palabras del Diccionario civil, que la disfrazan y ocultan, creando ideas erróneas; de la misma manera que los españoles, al desembarcar en América, daban un nombre europeo conocido a un animal nuevo que encontraban, saludando con el terrible de león, que trae al espíritu la idea de la magnanimidad y fuerza del rey de las bestias, al miserable gato llamado puma, que huye a la vista de los perros, y tigre al jaguar de nuestros bosques.
De América las lágrimas Bañando los cabellos De los gigantes mártires, Cual nítidos destellos, Una corona bélica A sus virtudes cívicas Y á su valor serán. En las eternas páginas Del libro de los hombres, Como inmortal espíritu Revivirán sus nombres, Y las coronas pálidas De las edades áridas De gloria teñirán.
Calló unos momentos para secar nuevas lágrimas que inflamaban sus ojos y enronquecían su voz. Se presentó en París cuando yo menos lo esperaba. Había muerto el amigo venerable encargado de su educación allá en América. Vi á un hombre, á un verdadero hombre, y eso que aún no había cumplido diez y seis años.
El hermano de Caracas había sido hasta su muerte uno de los hombres más trapisondistas del pueblo; algunos aseguraban que había dejado más de media docena de viudas en diferentes puntos de España y de América, y una porción de herencias fabulosas en su testamento, herencias que no existían mas que en su acalorada imaginación.
Palabra del Dia
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