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Los honores y mercedes que antaño se ganaban por las grandes cosas que hacían los caballeros, hogaño las lograba cualquier menestral mediante un bolsillo de ducados. ¿Es cosa derecha preguntaba que el Rey se haga de caudales vendiendo hidalguías como trastos de almoneda o recargando a la nobleza de nuevos tributos y haciéndola pechera y villana?

Por la magnificencia de su padre, digno embajador de España ante el zar, ha debido liquidar en pública almoneda los honrosos trofeos de su estirpe. Hay que evitar decadencia semejante. Y no podemos evitarla sino con trabajo y ahorro. El comercio y los negocios no son para nosotros. ¡Recuerda al duque de Gandía! Los deportes, que convendrían a tus gustos, no convienen aún a tu fortuna.

Además de esta inmensa cantidad de moneda, que con la menor parte de ella se pudiera comprar veinte veces toda la tierra si un honrado cadí la pusiese en almoneda, hay en esos tesoros tanta suma de perlas, de aljófar, de diamantes, jacintos y toda clase de pedrería, que sólo Dios, alto y poderoso, pudiera enumerarla.

Castellan de Amposta, et después día domingo a 30 días de Octubre, faciendo hi una almoneda de D.ª Juana de Alcañiz, sumiose la cubierta del uno con veinticuatro homes et cuatro mullieres, y no escapó mas de uno. La de la Catedral, es un polígono de trescientas ochenta y nueve varas de superficie con una fuente en el costado del Norte, y las fachadas de las casas consistoriales y la Catedral.

Comprendió que era necesario cambiar de todo en todo sus costumbres, reducir al último grado posible sus necesidades y vivir modestamente atenido al sueldo que felizmente la previsión de su padre le había alcanzado. No obstante, estos sanos propósitos estaban tan frescos que se borraron al contacto de las ocho o diez mil pesetas que la almoneda de su casa le produjo.

Encumbrado á tan alta dignidad solo por el favor de esos criminales llamados guardias del alcázar, ya tan codiciosos y perjuros como los que se atrevieron á poner un dia en almoneda la corona del Antiguo Imperio, no pensó ni pudo pensar durante su reinado sino en ir asegurando con inmensas dádivas la alianza que habia sido establecida entre él y ellos por tan infame alevosía.

A cada traslado hacía almoneda, y así pudo referir cuando viejo que en tantos o cuantos años de servicio había dormido en cuarenta y dos camas, pasado por veintiuna oficinas y obedecido a más de treinta jefes, ninguno de los cuales pudo quejarse de él.

Juanito tenía presente los enormes monos trepando por un tronco, con el lomo apelillado y calvo, y los pájaros vistosos, a quienes no se podía quitar el polvo sin que cayesen las plumas; adquisiciones de almoneda, que convertían en un arca de Noé el gran salón, con su techo al fresco, donde jugueteaban amorcillos descoloridos y macilentos por la pátina de un siglo entero, y con sus enormes consolas doradas sobre las cuales se ostentaban grupos de frutas contrahechas, uvas y melocotones, cuya cera perdía los vivos colores bajo la capa de los años.