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Actualizado: 25 de junio de 2025
La reunión fue en el gran comedor de Eritaña, un salón en pleno jardín, con decorado de arábiga vulgaridad, pobre imitación de los esplendores de la Alhambra.
Nos parecemos al que oyó decir á un inglés que en cierto salón algo obscuro de la Alhambra convendría que hubiese una claraboya; y para imitar al inglés, pidió también una claraboya para el palacio de Carlos V, que nunca tuvo techo.
La Alhambra es hija de la fantasía, es si se quiere un palacio encantado concebido en una noche de insomnio; mas está lejos de ser una de esas obras en que está retratada la vida interior no ya de una época, sino de todo un pueblo.
En Madrid trató diariamente á Hartzenbusch, al duque de Rivas y á otros literatos y poetas notables; en Granada, en donde trabajó un día entero en la Alhambra, maduró el proyecto de escribir una obra acerca de la civilización de los árabes españoles, y en particular de su poesía, no bien conocida hasta ahora.
Su tipo es la frescura risueña. Allí falta la grandeza que caracterizó la Alhambra. Por eso, al salir de la antigua mansion de Don Pedro el Cruel, se siente pesado y desagradable el aire de la calle y se lleva una dulce impresion, pero no se experimenta esa tristeza que acompaña al viajero al alejarse de los sitios y los monumentos admirables de la vieja fortaleza de Boabdil.
A Granada, donde el hombre logró lo que no ha logrado en pueblo alguno de la tierra: cincelar en las piedras sus sueños; a Nápoles, donde el alma se siente contenta, como si hubiera llegado a su término. ¿Tú no querrás, Lucía? Yo no quiero que tú veas nada, Juan. Yo te haré en ese cuarto la Alhambra, y en este patio Nápoles; y tapiaré las puertas, ¡y así viajaremos!
Algunas tardes de día de fiesta, cuando las recogidas se paseaban por la huerta o el patio, la tolerancia de las madres llegaba hasta el extremo de permitirles bailar una chispita, con decencia se entiende, al son de aquellas músicas populares. ¡Cuántas memorias evocadas, cuántas sensaciones reverdecidas en aquellos poquitos compases y vueltas de las pobres reclusas! ¡Qué recuerdo tan vivo de las polkas bailadas con horteras en el salón de la Alhambra, de tarde, levantando mucho polvo del piso, las manos muy sudadas y chupando caramelos revenidos!
Todo el mundo se llenó de gozo al ver descifrado el enigma, y de los cortesanos a los esclavos, y de éstos a los guardias, y del Sultán a la madre, y de ésta a las esclavas, y de las mujeres del harén a otras mujeres, bajó rodando de boca en boca desde la Alhambra de Granada el mismo nombre de la enfermedad. ¡Catalexis!
Subamos á las fortalezas de la Alhambra y los jardines y retretes desiertos del Jeneralife. Pero antes, que el lector me permita, una vez por todas, una advertencia. Como viajero, he buscado en España y otros paises de Europa todas las impresiones, todos los objetos que pudieran darme simultáneamente goces morales profundos y la idea general del estado de la civilización en cada pueblo.
Solo la historia es rica, por los tesoros del pasado. El fanatismo religioso, la incuria de los gobiernos y los pueblos, las malas instituciones y el tiempo han destruido mil primores y grandes cosas que el genio oriental habia atesorado en la preciosa Granada. La Alhambra. La vega de Granada. El Jeneralife. La Catedral. La Cartuja. El Albaicin. Los Gitanos en Granada.
Palabra del Dia
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