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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Contestóme que con mucho placer satisfaría mi curiosidad, pues no había nada en su vida que debiera ocultarse; y que por el contrario, justamente para deshacer en mi ánimo la prevención desfavorable que pudiera haberme producido el saber que era español, pues conocía bastantemente nuestras preocupaciones a ese respecto, se alegraba de poder referirme en los primeros instantes de nuestro conocimiento algo de su vida, mientras llegábamos al pueblecillo, que ya estaba próximo.

Cuando se vio en la calle prorrumpió sordamente en denuestos, mirando los panzudos balcones del caserón. ¡Víbora! ¡Cómo se alegraba de su casamiento!... Cuando éste fuese un hecho, fingiría indignación y escándalo ante su tertulia.

Muchísimo se alegraba de verle tan sereno; pero la sacaba de quicio el pensar que se volvería razonable hasta el punto de compadecerse de su mujer, y asignarle alguna pequeña renta para que no pidiera limosna o se prostituyese. No, el otro, el que había roto los vidrios, era el que los tenía que pagar.

La estatua sonrió, sin perder su inmovilidad ni suspender aquella impúdica rotación que a los otros tanto alegraba y a me causaba profunda repugnancia. Súbito hizo una pirueta, pateó el suelo tres o cuatro veces con furor, y vino a sentarse tranquilamente, entre los olés y los aplausos de la reunión.

Allí estaba ella, para arreglarlo todo con el endemoniado Gabriel. Y alegraba la sombría habitación con sus risotadas y sus palabras enérgicas de vieja sana. Otras veces invadían la casa los amigos de Gabriel, abandonando la tertulia del zapatero.

De esta suerte se alegraba y se exaltaba el ánimo de doña Inés, corroborando la creencia que ella tenía en su virtud persuasiva y en su saber y talento, y haciéndole creer, además, que después de ella, aunque a muy razonable distancia, no había en todo Villalegre, salvo quizá el padre Anselmo, persona más talentosa y más sabia que Juanita.

La posesión de D. César no era grande ni feraz. Los terrenos de las colinas no son como los del valle, regados por todas las aguas que de ellas bajan. Pero estaba tan admirablemente cuidada, que alegraba la vista y daba mayores rendimientos que las mejores del llano.

Me gustaría a verme en un alboroto; me gustaría gritar con los demás, diciendo: «¡Abajo esto, abajo lo otro!» ¡Ay! ¡Como me alegraba cuando mi señora madre reñía a D. Paco, y éste a los criados, y los criados unos con otros!

Además, había el coro femenil, brillantemente vestido y con las piernas libres; las tiples abundantes en carnes y ligeras de ropa; un desfile de mallones rosados y voluptuosas redondeces que alegraba la imaginación del navegante, sin hacer olvidar los deberes de la fidelidad. A la una de la madrugada, cuando volvía al buque por los muelles solitarios, habían intentado asesinarle.

Su corazón se alegraba de que fuesen reales; pero al mismo tiempo, por extraña aunque frecuente contradicción de nuestro espíritu, había en el suyo vergüenza y abatimiento de no haber contribuido a la elevación nacional de que se admiraba y se enorgullecía.

Palabra del Dia

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