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Agradeció el rey D. Alonso el gran servicio que le habia prestado el señor de Montemayor, y le autorizó para que añadiese á sus armas la divisa de la banda entre bocas de dragantes, que es la misma que has visto esculpida en el sepulcro de su hijo el señor de Alcaudete en la famosa capilla antigua de S. Pedro de la catedral.

Ni carece tampoco, en la estación oportuna, de cerezas garrafales de Carcabuey, de peras de Priego, de melones de Montalvan, de melocotones de Alcaudete, de higos de Montilla, de naranjas de Palma del Río, y aun de aquellas únicas ciruelas, que se dan sólo en las laderas del castillo de Cabra; ciruelas, dulces como la miel, que huelen mejor que las rosas.

Cerca de su tumba en una pequeña lápida se lée un epitáfio que dice: Aquí yace la noble señora D.ª Leonor Bocanegra, nieta del adelantado D. Alonso Fernandez, señor de la casa de Montemayor. Habia en esta capilla fundadas doce capellanías, y era su patrono el conde de Alcaudete, de cuyo estado fué tambien fundador el famoso adelantado.

Descúbrese toda la campiña al frente, haciendo fondo á la ciudad las sierras de Cabra y de Granada con sus azulados festones de crestas, y sobresaliendo al sudeste el pico de Alcaudete: por detrás de la ciudad se desliza culebreando el magestuoso Guadalquivir. En su famosa carta al obispo de Pamplona Wiliesindo.

A la orilla del arroyo Carchena que le baña el pié por levante, yacen las ruinas del castillo antiguo de Dos Hermanas, que dió el rey al famoso D. Martin Alonso de Córdoba, fundador del estado de Montemayor . El renombre de sus esforzados condes vuela desde esas poéticas llanuras hasta las enriscadas cumbres de Alcaudete y de Antequera, ilustradas con la generosa sangre de sus guerreros.

Allí viene dijo el Cojuelo el Conde de Oropesa y Alcaudete, sangre de Toledo, Pimentel, y de la real de Portugal, príncipe de grandes partes; y el que va a su mano derecha es el Conde de Luna su primo, Quiñones y Pimentel, señor de la casa de Benavides en León, hijo primogénito del Conde de Benavente, que es Luna que también resplandece de día.

Mientras tanto, la tempestad destruía ciento sesenta buques, y el resto de la flota tenía que refugiarse detrás del cabo Matifux. Los más de los nobles opinaban por una retirada inmediata. Hernán Cortés, el conde de Alcaudete, gobernador de Oran, y los caballeros mallorquines, con los Febrer a la cabeza, pedían que se pusiera en salvo el Emperador y dejase al ejército continuar solo la empresa.

D. Pedro de Córdoba, marqués de Priego, D. Diego Fernandez de Córdoba, conde de Cabra, D. Diego Fernandez de Córdoba, alcaide de los Donceles, y D. Alonso Fernandez, señor de la casa de Alcaudete, pidiendo gozar de las prerogativas que gozaban todos los descendientes de la Cepa de Córdoba, asi en el tañer de las campanas como en lo demas.