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Actualizado: 28 de mayo de 2025
La ulterior satisfaccion que en tal caso pudiéramos desear, nos es imposible alcanzarla, en no viendo intuitivamente la esencia infinita donde se halla la primera y la última razon de todo.
El señor Breuil continuó: Usted estaba muy lejos de mí, porque volaba muy alto; los hombres más ricos, los más célebres, los más nobles, solicitaban su amor, y yo, que lloraba por usted desde mi plebeyo asiento de «paraíso», era pobre y vulgar. ¿Cómo alcanzarla?... Pero los años han pasado, y con ellos los brillantes cortejadores que usted tuvo se fueron; ahora se halla usted sola, y por lo mismo, tal vez, un poco triste.
En pos de esa noble dignidad corren todas las almas levantadas, alto el pensamiento, alto el corazón: el estudiante que se afana por conquistarse digno puesto en la sociedad; el mercader que gasta en el trabajo los años mejores de la vida; el menestral que lucha por conseguir vida independiente. El deseo de alcanzarla es la única disculpa que tiene la avaricia.
El Conde intentó seguirla, la vio de lejos entre la multitud; pero detenido por el oleaje de las máscaras, no tardó en perderla de vista. Después creyó volver a verla... Sí, sí, era ella... y en el momento en que, siguiendo sus pasos, llegó hasta el vestíbulo y creía poder alcanzarla, la vio precipitarse en un carruaje magnífico que dos soberbios caballos arrastraron a todo galope.
Y don Pablo Aquiles que escuchaba, en silencioso coloquio con las cigüeñas de la pantalla, cerró el capítulo de las lamentaciones de su hermana, exclamando sentenciosamente: Lo que hay, Casilda, lo que hay, es que los pillos reciben su recompensa en este mundo y los buenos tienen que esperar al otro para alcanzarla, y según es ésta de problemática y aquélla de positiva, casi le vienen a uno ganas de encanallarse, ya que de los pillos es el reino de la tierra.
Este fin, este propósito es ir caminando hacia la perfección, y sin alcanzarla aquí nunca, acercarse cada vez más á ella. Creo, pues, en el progreso; esto es, en la mejora gradual y constante de la sociedad y del individuo, así en lo material como en lo moral, y así en la ciencia especulativa como en la que nace de la observación y la experiencia, y da ser á las artes y á la industria.
Y metiendo espuelas á su caballo salió á todo galope, no sin hacer antes á Ricardo un gesto de desprecio. Quedó éste avergonzado por la cruel despedida de la amazona y sin deseos de seguirla. Después su vanidad se alborotó, y quiso alcanzarla para que reconociese que no era un «chapetón», un torpe, como ella creía.
Dejemos pasar un largo y correcto discurso de M. Doncet, que el anciano lee en voz tan baja, que es penoso alcanzarla. Un gran movimiento se hace, el silencio se restablece y una voz fuerte, ligeramente áspera, empieza así: «Hay un día en el año, señores, en que la virtud es recompensada». Es M. Renán quien habla. Un vago enjambre de recuerdos vienen a mi memoria y agitan mi corazón.
Palabra del Dia
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