Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 26 de junio de 2025
Conque sus, y en vez de hacer procesos, señora, haced cofres, y mientras se pide licencia á sus majestades, el coche se apareje y huyamos, antes de que llegue el caso de que cuando queramos huir, no sea tiempo, y creedme y no disputemos, que allí tenéis entrambos los padres, y si vos dejáis de ser dama de la reina, doña Clara, seréis señora en vuestra casa; y á falta de la tercera compañía de la guardia española, tendréis vos allí, don Juan, los no menos bravos alabarderos de la guarda del virrey.
Centinelas y guardias dejáronles pasar, deslumbrados por sus brillantes uniformes; los alabarderos golpearon el suelo con sus lanzas, pues que los seis de la comitiva eran cinco grandes de España y un embajador... Y anunciados por los ujieres, corrieron sus nombres produciendo general estupefacción: ¡Fray Anselmo de Araya, gran inquisidor de Felipe II!...
Diré á usted por último que para el inmediato servicio del ilustre huésped se destinaron cuatro alabarderos que asistían de dia y noche á las puertas de su aposento, acompañándole á todas partes, con sombreros y zapatos nuevos que estrenaron para dicho fin. Diósele de cenar la noche del jueves, á cuyo efecto se aderezaron: Maravedises
Quedaba aún la parte más pintoresca de la ceremonia, que había de ser para Jacobo la apoteosis del triunfo. Retirado el rey a sus habitaciones, salieron de la antecámara por orden de antigüedad los Grandes recién cubiertos, para ser presentados al Cuerpo de Alabarderos.
Además se complacía en defenderle en todas partes y a boca llena le apellidaba el primer poeta español de su siglo. Un día fue invitado para la velada que en honor suyo debía celebrarse al día siguiente en el salón paraninfo de la Universidad. Como admirador, como discípulo y amigo íntimo, ocupó un puesto en primera fila, «entre los alabarderos» como él mismo decía riendo a su maestro.
Conoció a la dama que os he dicho, y aunque ella no le diese causa ni razón alguna para que a su honra se atreviese solicitándola, que el que solicita a una mujer casada, por serlo, la desprecia, que si no la creyera capaz de una vileza, no la solicitara; solicitola, y ella, que calzaba muy altos los puntos de la honra, indignose, y por no afligir e indignar al viejo marido, que a más de ser únicamente hombre de leyes, no estaba en edad de mantener espada en la mano contra mozos, y aun mozos bravucones, no queriendo dejar sin castigo aquel de todo punto sin disculpa atrevimiento, confiose a un alguacil de los más agrios de la cámara de su esposo, hombre de puños y de alientos, y díjole: Cedacillo, tan leal eres a tu amo y a mí, que hacerte quiero una confianza, esperando que harás lo que te cumple, en agradecimiento a lo que a tu señor y a mi nos debes, y es que si te atreves des una apretada vuelta, como tuya, a cierto bravo mancebo, alférez de los alabarderos del virey, que se llama Gaspar de Valcárcel, y que cuando le apretares los puños, le digas: «Ahí va eso de parte de mi señora.»
Palabra del Dia
Otros Mirando