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Actualizado: 13 de mayo de 2025


-Ahora -dijo don Quijote- has dado, Sancho, en el punto que puede y debe mudarme de mi ya determinado intento. Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado caballero. A ti, Sancho, toca, si quieres tomar la venganza del agravio que a tu rucio se le ha hecho, que yo desde aquí te ayudaré con voces y advertimientos saludables.

En la sociedad cristiana y culta de nuestros días, casi parece infuso, innato o intuitivo dicho conocimiento. Bien podemos decir con el gran dramaturgo: A ciencias de voluntad les hace al estudio agravio.

Es cosa de risa citar á Hatuei, que dijo que preferiría ir al infierno á ir al cielo con los españoles, para aplaudir á los descendientes de esos españoles porque se rebelan contra otros españoles, que no sacaron el menor provecho de la muerte de Hatuei ni le hicieron el menor agravio. Todo lo que dice el Sr.

Quedando con poder solo absoluto, Comienza de enfrascarse en desatinos, En obras y palabras disoluto, Haciendo mucho agravio á los vecinos. Por verle en sus costumbres tan corrupto Buscaban todos ya nuevos caminos, Y yo quiero buscarle en canto nuevo, Que ya en este decir mas no me atrevo.

La señora doña Guiomar de Quiñones se quiso arrojar del coche para besar los pies y las manos del gran Roque, pero él no lo consintió en ninguna manera; antes le pidió perdón del agravio que le hacía, forzado de cumplir con las obligaciones precisas de su mal oficio.

Su madre era una mujer violenta, irascible, con ráfagas de ternura, que sólo guardaba para sus hijos legítimos. A ella, por todas las señales, la aborrecía y en ella vengó injustamente el agravio de su padre. ¡Qué terrible infancia la de Clementina!

D. TELL. ¡Estraño caso! Dice que es ido a León. D. TELL. ¿A León? CELIO. Y que Pelayo Le acompañaba. D. TELL. ¿A qué efeto? CELIO. A hablar al Rey. D. TELL. ¿En qué caso? El no es de Elvira marido: Yo ¿por qué le hago agravio? Cuando se quejara Nuño, Estuviera disculpado; Pero ¡Sancho!

Sólo te quiero decir que, envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coloquios, sin que yo la viese ni supiese por dónde venía, vino una mano pegada a algún brazo de algún descomunal gigante y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en sangre; y después me molió de tal suerte que estoy peor que ayer cuando los gallegos, que, por demasías de Rocinante, nos hicieron el agravio que sabes.

El insultado clérigo, pocas horas después de recibido el agravio, se dirigió a la Catedral y se puso de rodillas a orar ante la imagen de Cristo, obsequiada a la ciudad por Carlos V. Terminada su oración, dejó a los pies del Juez Supremo un memorial exponiendo su queja y demandando la justicia de Dios, persuadido que no había de lograrla de los hombres.

Rompió en denuestos contra mi agresor: ¡Qué cobardía! ¡Qué vilesa! ¡Herirte ese tío de las patas tuertas! Callaba, y después de un rato volvía a exclamar, con rabia: ¡Atreverse ese tío de las patas tuertas!... Por lo visto, mi novia pensaba que el agravio habría sido menor si el adversario hubiera tenido las piernas derechas.

Palabra del Dia

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