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Una mañana su cabellera ostentaba el rojo ardiente del mediodía; á la mañana siguiente tenía el oro suave de la aurora; dos días después sus cabellos mostraban la negrura profunda de la noche. Ciertas tardes venía al encuentro de Adán con una falda voluminosa, casi esférica desde el talle á los pies, y tan ancha, que le era difícil pasar la puerta.

Los primeros viajeros celestes, desembarcando de la nube que los había traído, empezaron á remontar el sendero de la granja. Estaban envueltos en tal esplendor, que parecía que todas las estrellas del firmamento hubiesen bajado á la tierra para juguetear entre los bancales de trigo cultivados por Adán.

A veces Adán recordaba el manzano del Paraíso y la serpiente enrollada á su tronco que había dado consejos á su mujer, inspirándole estúpidos deseos. Pero al contemplar luego su huerto, se encogía de hombros. La obra de sus manos le parecía más firme y de mayor porvenir que la creación improvisada del Paraíso. Podía sentirse orgulloso de su obra continuó el viejo , pero su trabajo le costaba.

Yo, en esta parte, no puedo adornar mi libro con sonoros apellidos; y fuera de mi madre, a quien conocí por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno de mis ascendientes, si no es de Adán, cuyo parentesco me parece indiscutible. Doy principio, pues, a mi historia como Pablos, el buscón de Segovia: afortunadamente Dios ha querido que en esto sólo nos parezcamos.

Ojeda rio de las palabras de Maltrana. Imagínese continuó éste el salto que hubiese dado el autor de Las Profecías, el amigo de Isaías y de Esdras, al ocurrírsele la idea de que podía existir un nuevo mundo desconocido por el Dios del Génesis, y cuyos habitantes no procedían de Adán y Eva, ni de la dispersión de los hijos de Noé.

Vaya al agujero como está el muy bellaco, y agradézcame que no lo mande en el traje que usaba el padre Adán antes de la golosina. Y dos negros esclavos del hospital cogieron el cadáver y lo transportaron al corralón que servía de cementerio.

Voy á contestar con dos redondillas castellanas. El dominio, este es su afan; Y tan de antiguo lo quiso, Que dominó el Paraíso Aún siendo soltero Adán. Con lo que queda expresado Que he dicho bastante infiero; Si lo enredó de soltero ¿Qué hubiera sido casado? Mañana nos espera el Louvre. El brigadier Rotalde no habla de otra cosa que de la Asuncion.

Y me río muy descuidado de la desdeñosa compasión con que hoy se mira á los tiempos de nuestros padres, porque éstos, en los suyos, también se reían de los de nuestros abuelos, que, asimismo, se rieron de los de sus antepasados; del mismo modo que nuestros hijos se reirán mañana de nosotros; porque, como es público y notorio, las generaciones, desde Adán, se vienen riendo las unas de las otras.

Sentado en él Su Divina Majestad, fué escuchando lo que le contaba Adán, sus fatigas, sus malos negocios, las dificultades que había de vencer para ganar el sustento de él y su familia.

Nosotros no éramos precisamente Adán y Eva; pero heroicos Robinsones, arrastrados a nuestro destino por una gran desgracia de familia: la muerte de nuestra tía, acaecida cuatro días después de comenzar nuestra exploración. Pasábamos el día entero huroneando por la quinta bien que las higueras, demasiado tupidas al pie, nos inquietaran un poco.