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Actualizado: 10 de junio de 2025
Esos oficiales tan inteligentes, tan correctos, tan irreprochables, y esos soldados tan alegres, tan ordenados, tan pulcros, que estábamos acostumbrados á ver en los restaurants, en los cafés, en los teatros y en los paseos de nuestra bella ciudad capitalina, marchan hoy, resueltos, animosos, decididos, indomables, por las abruptas montañas del Oriente, recorriendo distancias enormes, atravesando valles y cañadas, salvando espantosos precipicios; y siempre firmes, siempre ardorosos, siempre entusiastas, insensibles á la fatiga, inconmovibles ante el peligro, solo tienen una ambición: vencer, y un solo pensamiento: mostrarse dignos de la confianza en ellos depositada.
Nuestros Jesuitas, teniendo mucho que ofrecer á Dios en estos lances, como menos acostumbrados, hallaban alivio en acordarse de los peligros y naufragios que San Pablo y San Francisco Xavier, patron del viage, padecieron en la misma demanda de la conversion de los infieles, y con esto mismo procuraban consolar á toda la gente.
Mi permanencia en Norte América fue muy corta; circunstancias especiales me hicieron abreviar el tiempo que pensé consagrar a la gran república. No me es, pues, posible hablar con detalle de un país que he visitado tan rápidamente. La impresión predominante es que uno se encuentra en un mundo nuevo, extraño, diferente a aquel en que estamos acostumbrados a vivir.
Acostumbrados a innumerables resignaciones, probablemente nos conformaríamos con un arrasamiento mucho más vasto que el de la ciudad de Reims; pero ¿qué nos vendría a costar ese arrasamientito?
Los he dejado muy contentos bajo la vigilante mirada de la señora Braun y he salido a mis quehaceres acostumbrados. »Me he pasado todo el día pensando en el gozo con que anunciaría a Amaury la comisión que logré para él y los planes que he forjado. Cuando llegué a casa eran más de las cinco y se disponían a sentarse ya a la mesa.
Los que hasta entonces no la habían visto la miraban con admiración y silencio, y los que ya estaban acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que los que nunca la habían visto.
Acostumbrados a ver durante tanto tiempo cerrada la puerta del molino, las paredes y la plataforma invadidas por la hierba, creían ya extinguida la raza de los molineros, y encontrando buena la plaza, habíanla convertido en una especie de cuartel general, un centro de operaciones estratégicas, el molino de Jemmapes de los conejos.
En el año de 1830, el acopio de la cascarilla vino á dar una nueva vida á la provincia, por el comercio que este precioso vegetal atrajo á su interior, y solamente desde entónces los habitantes, acostumbrados al simple comercio de trueque, empezaron á conocer el valor del metal amonedado.
Ya estaban los vetustenses acostumbrados a estos que llamaba Ronzal anacronismos, y pasaban por todo, en particular las personas decentes de palcos principales y plateas, que no iban al teatro a ver la función, sino a mirarse y despellejarse de lejos.
Aunque calienta un poco el sol, ya estamos acostumbrados á sufrirlo... ¿no es verdad, D. Primitivo?... Además, cuando las cosas se hacen con gusto... ¿eh? ¿eh? Y reía bienaventuradamente D. Marcelino, y reía el conde, y reía D. Primitivo, y reía el cura, y hasta se reía el señorito Octavio. De todos modos, lo agradezco en el alma, señores. ¿Y qué tal, qué tal por estas tierras? Perfectamente.
Palabra del Dia
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