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Actualizado: 19 de septiembre de 2025


Los celos de San José, de Cristóbal de Monroy; El Caín de Cataluña, de Rojas, y otras comedias religiosas análogas, fueron, á la verdad, prohibidas, por poner en ridículo, como se decía, á las cosas de la religión, siguiendo la misma suerte que había cabido también á los autos del día del Corpus; y, sin embargo, siempre fueron acogidas con igual entusiasmo las obras de la misma clase, que habían podido encontrar alguna gracia á los ojos de esa censura moral, estrecha y mezquina.

Como tengo tantos amigos en las Cortes de Europa, y en España mismo, pues... ya he sabido que las principales familias acogidas en Bayona o residentes en Madrid, se disputan la mano de mi hija. ¿La ha visto usted, Sr. D. Francisco? ¿Ha observado usted en su cara los rasgos que indican la noble sangre mía y la de aquella hermosísima cuanto desgraciada señora extranjera...? ¡Oh!, me enternezco, Sr.

Sólo fueron acogidas con aplauso, desde el principio, por los eruditos y por los individuos de la Academia Española, considerándolas como el modelo del buen gusto, penetrando luego poco á poco en las demás clases sociales, de tal suerte, que hubo ya motivos para emprender con buen éxito la reforma proyectada en el teatro. Reformas hechas en los teatros. Traducciones de dramas franceses.

Es absurdo y es grotesco el ser un proletario de levita... Hace varios años, el dueño de un periódico donde yo solía colaborar desde París, me envió una carta diciéndome: «El periódico marcha muy bien. Tenemos un gran prestigio. Nuestras opiniones son acogidas con respeto en las altas esferas. Hemos conquistado al público de levita; pero esto no basta.

Sus protestas son acogidas con voces y sarcasmos. Los jueces se dicen: ¡qué monstruo! Los jurados piensan: ¡vaya un malvado endurecido! Los periodistas hacen á su costa frases ingeniosas y el público entero se deja llevar por ellos. He aquí un hombre cuya suerte está decidida sin apelación posible.

El pueblo de París se ha sublevado hace quince días contra el gobierno, asaltando el Elíseo y asesinando al Presidente. El ejército tuvo que emplear las ametralladoras para imponer el orden... Todo el mundo lo sabe. Pero Desnoyers insistía en no saberlo: nada había visto. Y como sus palabras eran acogidas con un gesto de maliciosa duda, prefirió callarse.

Solamente los murmullos de aprobación con que fueron acogidas las palabras del joven le sacaron de su ensueño y entonces comprendió que se le atacaba de frente. Señores objetó con suave tono, comprendo muy bien su impaciencia, pero las formalidades administrativas van menos de prisa que sus deseos. Hecha está mi opinión en este asunto y expresada la tengo en mi informe dirigido al ministro.

¿Qué fuerza es esa, barón? Una compañía famosa, llamada la Guardia Blanca. Con gran sorpresa del barón, sus palabras fueron acogidas con unánime carcajada. El mismo príncipe y los dos reyes extranjeros participaron de la hilaridad general.

Palabra del Dia

passaro

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