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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Creí dijo con espontánea fruición , que no había en Cádiz más Quijote que D. Pedro del Congosto... ¡Oh, España! ¡Delicioso país! La noche era oscura y serena. Al acercarnos a la puerta de la Caleta vimos de lejos la iluminación que había en la plazuela de las Barquillas, junto al teatro y en las barracas.
Si no hubiera sido por la carga del tesoro de Zaldumbide, hubiésemos desembarcado en seguida en una de las islas de Cabo Verde; pero con aquella impedimenta me pareció peligroso tocar en tierra. Comenzamos a navegar con rumbo al norte, hacia las Canarias. Decidimos, de común acuerdo, acercarnos a la costa africana y enterrar los cofres. Entramos por el río Nun y exploramos sus orillas.
Apretando el paso, oímos ya cerca del pueblo prolongado rumor de voces, algunos tiros de fusil, pero no descargas de artillería. Bien pronto nos fué imposible seguir por el arrecife, porque la retaguardia francesa nos lo impedía, y siguiendo el ejemplo de los demás paisanos, nos apartamos del camino, corriendo por entre viñas y sembrados, sin poder acercarnos a la villa.
«Vé, hijo mío, cómo al acercarnos, esos inmóviles se han quedado solos; otros más activos huyeron al oir nuestros pasos, pero ya se tranquilizan. El bullicioso langostino irisa el agua con sus palpos delgados, encargándose de producir las olas y la tempestad á medida de un tal Océano. La araña del mar, lenta é insegura, líbrase por su tímida audacia; sube hacia la luz, á la tibia superficie.
A la vuelta de mi viaje, cuando perdía de vista por las noches la Cruz del Sur y comenzaba a divisar la Estrella Polar y las dos Osas, me sentía tranquilo. Al acercarnos a Europa, al oír las sirenas de los vapores dando sus largos alaridos, experimentaba una alegría infinita. Si tenía ocasión propicia, al llegar a Burdeos tomaba un vapor, aunque no fuese mas que para pasar un día en Lúzaro.
Así es, efectivamente, señor Cornelio; y se ha advertido que se desvía uno siempre hacia la izquierda. Es probable que por efecto de ello nos hayamos alejado, en vez de acercarnos; ¿no lo crees así, Horn? Mucho me lo temo. ¡Qué desgracia! Tenemos nuestras armas. ¿Y de qué pueden servirnos para sacarnos de este apuro? Pueden servirnos para hacer señales con ellas disparando unos cuantos tiros.
Al entrar en la calle y acercarnos a la casa, alcé la vista y detrás del vidrio de uno de los miradores, distinguí un bulto siniestro, después dos ojos terribles separados por el curvo filo de una nariz aguileña, después un rayo de indignación que partía de aquellos ojos. Presentación vio también la fatídica imagen y estuvo a punto de desmayarse en mis brazos.
El nuevo piloto quería presenciar el embarque de negros. Solíamos llevar las luces roja y verde reglamentarias, y al acercarnos a tierra se ponía un farol grande de luz blanca en el palo de proa. Un centinela se colocaba en el bauprés y avisaba cuando veía brillar un fanal rojo. Al momento, el intérprete, el doctor Cornelius y Zaldumbide iban a tierra con la chalupa.
Hallamos pocos transeuntes en nuestro tortuoso camino, y cuando llegamos a las murallas se oía todavía el tañido de las campanas que daban la bienvenida al Rey. Eran las seis y media y no había obscurecido aún. Mano al revólver me dijo Sarto al acercarnos a una puerta. Si el guarda se da por entendido hay que cerrarle la boca para siempre. Empuñé mi arma.
Palabra del Dia
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