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Actualizado: 19 de junio de 2025
Nuevo y mayor aliento tomó el festejo con la llegada del caballero, necesitándose de la turbación agradable de los sones de los acentos y de la blanda algazara del festejo para que María pudiese esconder, bajo la fuerza del disimulo, las más contrariadas impresiones que probaba en aquel punto.
Su decir siempre acariciador y notado por el uso de expresiones tiernas había adquirido yo no sé qué nueva plenitud que le prestaba acentos más enérgicos. Andaba con más soltura, su pie mismo se había achicado ejercitándose en largas excursiones por difíciles senderos.
Y se la puso en el dedo, dejando caer al suelo el papel. «¡Ah! pensó entonces el duque , ¡no tiene corazón para el amor ni alma para la poesía!, ¡ni aun parece que tiene sangre para la vida! Y sin embargo, el cielo está en su sonrisa; el infierno, en sus ojos, y todo lo que el cielo y la tierra contienen, en los acentos de su soberana voz.» El duque se levantó.
La frase tenía un segundo miembro. Bien podría creerse que un alma dolorida preguntaba por su destino desde el hueco de una tumba, y que una voz celestial contestaba desde las nubes con acentos de paz y esperanza. Descansaba el motivo sobre blandos acordes, y este fondo armónico tenía cierta elasticidad vaga que sopesaba muellemente la frase melódica.
Contrajo de esta suerte una fiebre tan brava, que en menos de una semana le privó de todo movimiento. Yo no hallé cosa mejor que cargarle sobre una mula y traelle a este Convento del Rosario, donde, después de largo padecer, ha fenecido anoche a las nueve, edificando a los religiosos con sus acentos de humildad y de sublime confianza en la misericordia de Dios.
Y sobre los monumentos de los héroes y de los dioses, el pastor pasa silbando sin mirarlos siquiera. ¡Oh! lugares deliciosos y solitarios. ¡Cuántos recuerdos encerráis en mi alma! Entre vosotros está el banco donde mi padre descansaba. La habitación donde resonaron sus varoniles acentos, cuando contaba a los labriegos sus hazañas guerreras.
Esa riña inconciliable con el presente, es, pues, un fenómeno curioso en un espíritu de esa altura, y nos sería lícito esperar que la influencia de tales ideas se limitase al respeto de la forma y no alcanzase a obrar sobre la percepción de las cosas. ¡Qué acentos de indignación encuentra Caro para increpar a Quintana su grito generoso, humano, cuando, reconociendo las crueldades de la conquista, quiere alejar de su patria la maldición de un mundo y echar la responsabilidad sobre la época!
No he oido mas que el rumor del insecto sobre la yerba, el del tiempo entre las grietas de los torreones medio caidos, el de la brisa entre los escombros, el del agua sobre las guijas que cubren el fondo de su cauce. Deseaba oir acentos de vida, y no he oido sino voces salidas del seno de las ruinas, no he oido sino la voz de la muerte.
Los peligros, que en cierto modo habían sido silenciosos e invisibles en el grande Océano, se mostraban allí más a la vista y turbaban los espíritus y molestaban y herían los oídos con acentos y voces.
Cosa era esta que á un hombre de su edad le pudiera ser muy enfadosa y de mucho empacho; mas el celo de las almas le obligó á volver á la condición y simplicidad de niño para aprender uno por uno los vocablos y significados de aquellas lenguas, y para expresar las voces con los acentos propios de los bárbaros, y no rehusando hacerse discípulo de los mismos infieles, los tomaba por intérpretes para traducir en su idioma los misterios y preceptos de la ley de Dios, procurando después enseñárselos á ellos con trabajo contínuo de meses y años enteros.
Palabra del Dia
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