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Aquello se convirtió en un desastre... La estancia tiene un parque y hay una avenida de sauces altísimos, que llega hasta un riacho, como a media legua de la casa; es un sitio precioso, sobre todo en las noches claras.

Para acortar distancia, desde luego, evitando la polvorienta curva del camino, marchó en línea recta a su chacra. Llegó al riacho y se internó en el pajonal, el diluviano pajonal del Saladito, que ha crecido, secado, retoñado desde que hay paja en el mundo, sin conocer fuego. Las matas, arqueadas en bóveda a la altura del pecho, se entrelazan en bloques macizos.

Cayé había llevado chipas, y Podeley encendió fuego, no obstante los mil inconvenientes en un país donde, fuera de los pavones, hay otros seres que tienen debilidad por la luz, sin contar los hombres. El sol estaba muy alto ya, cuando a la mañana siguiente encontraron al riacho, primera y última esperanza de los escapados.

La luna sale, parece algo así como un plato de oro, enredado entre las ramas de los sauces; después sube, se pone arriba del árbol, tocando todavía las últimas hojas, y en la corriente del riacho se forma una claridad como si cayera oro en la corriente. comprenderás qué divino era aquello con la serenidad de la noche, para dos enamorados como ellos.

Un corregidor del Perú, llamado Quiros ó Quiroga, cuenta en suma en su relacion, que siendo de diez años, estando en Amberes, se embarcó en un navio, y que caminando por las costas de Magallanes, mucho antes del Estrecho, y metiéndose con la lancha por un riacho, saltando á tierra, dieron con él, el piloto, y todos los de la lancha, unos hombres que los llevaron por tierra, y que llegaron á una gran laguna; que allí los metieron en una embarcacion, y aportaron á una isla en medio de ella, en donde habia una gran ciudad é iglesia, donde estuvieron tres dias; que no entendian la lengua; y que al partir les dieron dos cajoncitos de perlas, que se cogian en aquella laguna.

El agua llegábales ya al pecho cuando tocaron tierra. ¿Dónde? No sabían... un pajonal. Pero en la misma orilla quedaron inmóviles, tendidos de espaldas. Ya deslumbraba el sol cuando despertaron. El pajonal se extendía veinte metros tierra adentro, sirviendo de litoral a río y bosque. A media cuadra al sur, el riacho Paranaí, que decidieron vadear cuando hubieran recuperado las fuerzas.

Que por señas, y por nombrar Rey y Papa, entendieron que les decian que era para ellos: que el piloto como herege se las llevó para : que cresciendo, y siendo ya mozo, dió cuenta de todo al consejo, prometiendo señalar la costa del riacho, por donde entraron: que le señalaron cuatro navios; y que suscitándose en este tiempo la guerra del Emperador y Felipe V., se deshizo el viage, por lo cual pretendió un corregimiento, que consiguió en el Perú.