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Doctor cuando afirma expresamente que el alma no se conoce á misma por su esencia sino por su acto: «non per essentiam suam sed per actum suumTodo cuanto se halla de verdad en la dilatada exposicion de Kant sobre la limitacion de nuestro conocimiento á los actos de conciencia y sobre la falta del conocimiento intuitivo de la misma substancia del alma, del sujeto trascendental del pensamiento, está expresado en aquellas lacónicas palabras: por su esencia sino por su acto.

Y siendo además indispensable, a fin de que la epopeya logre vida inmortal y clara, gran primor de forma y nitidez y flexibilidad de expresión, es indispensable también, la rarísima coincidencia de que, en ese momento inicial, en ese florecer intuitivo de la inteligencia y de la fantasía de la muchedumbre, posea ésta un idioma formado, rico y hermoso, como aconteció en Grecia, cuando surgió por vez primera la Ilíada o fueron apareciendo los diversos cantos de que más tarde hubo de tejerse toda ella.

Este conocimiento es intuitivo en lo tocante á los actos de nuestra voluntad; y con respecto á la de los demás, aunque no tenemos una intuicion inmediata, conocemos perfectamente lo que pasa en ellos, viéndolo en cierto modo retratado en lo que experimentamos en nosotros.

Así pues, si en algo se ha de constituir la esencia misma de la substancia, ha de ser en esa perfeccion, de que tenemos noticia, mas conocimiento intuitivo; y por tanto, cuando se define la substancia con relacion á los accidentes, «quod substat accidentibusmas bien se la define por el modo con que se nos presenta á nosotros, que por lo que ella es en misma.

Del conocimiento intuitivo de esta condición del amor, nace la tolerancia, el mutuo ceder, hasta que los egoísmos se convierten en recíproca generosidad. Cuando se quiere mucho se transige mucho. ¡Ay, hijita, le quiero!... ¡ no sabes cómo le quiero! Y con todo transijo, menos con que se quede toda la noche en el Jockey. Con eso no transijo, ¡no transijo y no transijo! Está bien, Luisita.

Esto no se verifica en las sensaciones representativas: nadie por mas esfuerzos que haga, será capaz de persuadirse que fuera de no hay algo real, semejante á la representacion sensible, en que se ofrecen los objetos como extensos. Hay dos modos de conocer: uno intuitivo, otro discursivo.

Ateniéndonos á los conceptos indeterminados, no vemos ningun límite posible; pero ¿sucederia lo mismo, si poseyésemos un conocimiento intuitivo de las especies? ¿podemos asegurar que en las propiedades particulares de los seres, combinadas con la limitacion y dependencia que les son esenciales, no descubriríamos un término, del cual no pueden pasar, por el constitutivo de su propia naturaleza? ¡Cuán impotente es la filosofía para resolver semejantes cuestiones!

El conocimiento de esta serie de fenómenos que llamamos actos de voluntad, no es un conocimiento general, sino particular; abstracto, sino intuitivo. ¿Quién necesita abstraer, ni discurrir, para tener conciencia de que quiere ó no quiere, de que ama ó aborrece?

El niño, si se le pregunta quién es Dios, responde enumerando sus perfecciones y por consiguiente manifestando que le conoce; cuando á este mismo niño se le pregunta cuál es el fin para que el hombre ha sido criado, responde que para ver á Dios etc.; aquí la distincion entre el conocimiento discursivo ó por conceptos, y el intuitivo; al primero se le llama simplemente conocer, al segundo ver.

La ironía, querido Núñez, es la flor que brota siempre del conocimiento adecuado de las cosas y muestra la imposibilidad de reducir el conocimiento intuitivo al conocimiento abstracto expresó Pareja dejando caer las palabras una a una como perlas destinadas a enriquecer la tierra.