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Es estúpido decía el ser pobre y depender de la primer tonta que se presente... Porque tiene dinero y lo paga, cree tener derecho para decírselo a una todo, a no ahorrarle humillaciones ni críticas, a exasperarla con sus consejos de idiota y a aplastarla bajo la enorme y pesada superioridad de su fortuna... Juventud, ingenio, talento, belleza, todo, absolutamente todo, es juzgado, medido y pesado desdeñosamente por cualquier imbécil encaramado en sus sacos de pesos, desde donde dominan a la despreciada multitud de los pobres diablos de uno y otro sexo...

La joven, roja como una cereza, con los ojos en un San José de su devocionario y el alma en los movimientos de su primo, procuraba huir de la valla del centro contra la cual amenazaban aplastarla aquellas olas humanas, que allí en lo obscuro imitaban las del mar batiendo un peñasco, en la negrura de su sombra.

¡Lo mismo que en la vida humana! exclamo con asombro . ¡Igual que entre los hombres! ; igual que entre los hombres contesta el naturalista, y continúa su relato. La cigarra es un elefante comparada con la hormiga, un monstruo antidiluviano que podría aplastarla desplomándose sobre ella. Pero no tiene mandíbulas ni es carnicera.