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Actualizado: 3 de junio de 2025
Para que transcribiera semejantes palabras, cada una de las cuales debía ofenderla como un insulto y espantarla como una blasfemia; para que reconociera que Zakunine tenía razón, era preciso que la infeliz se condenara sin ninguna excusa, que se juzgase perdida sin la menor esperanza.
La joven salió, y el juez ordenó que se introdujera en el despacho a Zakunine. La actitud de éste en la prisión había sido completamente distinta de la observada por su presunta cómplice.
Era probable: después de su heroica tentativa de salvarle, Alejandra Natzichet debía haber visto a Zakunine corresponder al amor que ella le tenía. Los diarios, en un tiempo llenos de noticias relativas a la acusación que amenazaba a ambos, no hablaban más de ellos: otras historias de otras pasiones ocupaban el lugar concedido antes al drama de Ouchy.
Después, creyendo que Zakunine se había confesado celoso y reo, había inventado su propia intervención entre los dos actores del drama. ¿El silencio y la tristeza de Zakunine, no podían ser, no eran, el remordimiento del culpable? Como quiera que fuese, el Príncipe se había mostrado, durante los primeros días, tal vez en fuerza de tanto dolor, indiferente a su suerte.
Puesto que ya había pasado una vez sobre las leyes, fatal era que continuase olvidándolas. ¿Podía tampoco detenerla el temor o el respeto por Zakunine, que no se ocupaba de ella, o mejor dicho, que la descuidaba en todas las formas?...
El juez creyó ver que la presencia del acusado impedía a la criada hablar libremente. Déjenos usted solos dijo a Zakunine. Cuando éste desapareció, inclinada la cabeza por la puerta donde vigilaban los gendarmes, el juez se acercó a la criada. Oiga usted la dijo en voz baja, pero con vivacidad y en tono de persuasión confidencial; nos encontramos en presencia de una grave duda.
El guía se había engañado, esa planta no era beleño; pero durante un día entero, todos habían creído a Alejo Zakunine envenenado, y estaban entre admirados y espantados al ver la irónica alegría con que esperaba la muerte y reprendía a los que se mostraban afligidos. Su juventud entera había sido una tempestad.
Palabra del Dia
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