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Actualizado: 10 de junio de 2025
Mientras duró la ceremonia, Edmundo mantuvo un silencio tan absoluto como el de la muerta que tenía a su izquierda y una gravedad tan indescifrable como la del recién nacido, que yacía encima de la mesa. Un ligero incidente rompió la monotonía de aquella extraña procesión.
¿Cómo es eso? preguntó don Mateo incorporándose en el lecho en que aun yacía, y echando mano a las gafas que tenía sobre la mesa de noche.. ¿Suprimir? ¿Por qué la han de suprimir? No lo sé. Así me lo ha enviado a decir por Próspero. ¿Pero a él qué le importa que la música vaya a San Antonio? profirió con acento irritado.
Así en otros tiempos en circo estendido El fuerte guerrero yacia caido Y el carro que hollaba seguir triunfador. Sin poder determinar de dónde, recuerdo haber tomado el fondo de esta imágen de un escritor contemporáneo. Creo que de Nodier. Y sus puras palabras Al tiempo de verterlas, Se convierten en perlas En la urna funeral.
Marcial había sido llevado sobre cubierta, y yacía en el suelo con tal postración y abatimiento, que me inspiró verdadero miedo su semblante.
El duque de Arjona que supone Morales enterrado en Córdoba no murió hasta el año 1438, y el duque de Medinasidonia, de quien aqui se trata, fué mandado enterrar en la capilla mayor antigua en 1404. Falta solo saber qué se hizo del arca ó caja de madera en que yacia sepultado.
Madame Duval y la mucamba estaban en la alcoba de la muerta, y ésta yacía tendida en la cama, pálida, inmóvil y hermosa. La última sonrisa plegaba aún suavemente sus labios. Sus ojos estaban cerrados, como si los tuviese así para ver interiormente con el espíritu prodigios y visiones de más altas esferas. Aquella extraña mujer había premeditado el suicidio desde mucho tiempo antes.
En una extremidad de dicha habitación había cierto número de barriles, amontonados unos sobre otros, y llenos de líos de documentos oficiales, de los cuales gran número yacía también en el pavimento. ¡Tristeza causaba pensar en los días, y semanas, y meses y años de trabajo que se habían empleado en esos papeles enmohecidos, que eran ahora simplemente un estorbo, ó estaban ocultos en un olvidado rincón donde jamás ojos humanos les darían una mirada!
En efecto, el joven, con la mayor premura, levantó la ropa de la cama de un solo golpe, echó el brazo fuera y trató de alcanzar el pantalón que yacía sobre una silla; pero aunque le faltaba poquísimo espacio, no pudo conseguirlo. Ó el brazo era muy corto, ó la silla estaba demasiado lejos. De todas suertes, el joven no había podido prever este contratiempo.
A las once de la mañana subió el antropólogo a su laboratorio, echó cuidadosamente el pestillo de la puerta y se dirigió al oscuro desván donde yacía su nieto. Había llegado el momento supremo. Desatolo, le quitó la mordaza y, después de reanimarlo con palabras y caricias, lo llevó a la pieza más clara de la guardilla y lo sentó sobre una mesa que tenía al objeto preparada.
Encima de esta había una caja de velas, y dentro, envuelto en franela de un encarnado chillón, yacía el recién llegado a Campo Rodrigo. Al lado mismo de la improvisada cuna, había colocado un sombrero; pronto se comprendió su destino.
Palabra del Dia
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