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El sería bueno, olvidaría «lo otro», viviría como Dios manda. Y fortalecido su espíritu supersticioso con este arrepentimiento inútil, salió de la capilla, emocionado aún, con los ojos turbios, sin ver a la gente que le obstruía el paso. Fuera, en la pieza donde esperaban los toreros, le saludó un señor afeitado, vestido con un traje negro que parecía llevar con cierta torpeza.

Sólo quedaría de ellos el recuerdo que asaltase de tarde en tarde á una campesina vieja guiando su vaca por un camino de Francia y que le haría murmurar entre suspiros: «¡Mi pequeño!... ¿dónde estará enterrado mi pequeñoSólo viviría en la mujer del pueblo vestida de luto que no sabe cómo resolver el problema de su existencia, en los niños que al ir á la escuela con blusas negras dirían con una voluntad feroz: «Cuando yo sea grande iré á matar boches para vengar á mi padre

El deseo más ardiente de Margarita, se vió, sin embargo, cumplido. En el tercer año de su unión el Cielo le acordó una hija, que recibió el nombre de Elena. Pero su alegría fué de corta duración; la niña nació enferma, y al cabo de dos o tres semanas se puso tan flaca que no cupo duda de que viviría poco tiempo más. Podéis imaginaros la desesperación de la señora.

En el pueblo se referían estupendas singularidades sobre sus doctrinas y facultades científicas, sosteniendo muchos que no todo lo que él hacía y decía era natural, sino en gran parte por inspiración y con auxilio del demonio; por lo cual, al hablar de propio, declaraba él que, si hubiese Inquisición aún, ya no viviría, porque le hubieran quemado vivo.

Y lo que es chico..., no hay más que verla; es necesario ser negao ú estar memo pa suponer que pueda tener aquel cuerpo y aquel talle una mujer que... ¿Qué? Vamos, que haiga parido, señor. La sospecha de don Juan se desvaneció por completo. ¿Qué tenía que ver Cristeta, casada, madre y en buena posición, con una pobre muchacha sola y que seguramente viviría de sus manos? ¿Lo parecido del nombre?

Al verme en aquel humillante aislamiento por haber querido lucir entre patanes la gallardía de mi persona, en vez de quedarme aquí y de ser hipócrita y falsa, como vuecencia dice, me hubiera ido a Madrid, a Barcelona, quién sabe si a París, donde se entiende lo que es hermoso y elegante y se paga bien cuando se pone a la venta, y hace tiempo que viviría yo en un palacio y andaría en coche y gastaría en una semana más de lo que vale todo el caudal de vuecencia bien dividido.