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Actualizado: 12 de julio de 2025
Creció con los años su devoción, pero no hipócrita, sino devoción verdadera, legítimo fervor cristiano. Tenía grandes visiones, y en llegando la Cuaresma se disciplinaba, y decían los criados que en las altas horas de la noche sentían los azotes que se daba.
En los insomnios, en las exaltaciones nerviosas, que tocaban en el delirio, las visiones místicas, las intuiciones poderosas de la fe, los enternecimientos repentinos le habían servido de consuelo unas veces y de tormento otras.
No menos extraña es la titulada El serafín humano, en la cual se refieren historias de varios santos, como Santa Clara, Santo Domingo y San Francisco de Asís: las visiones extáticas del último se representan también en el teatro. Iguales rarezas se observan en San Nicolás de Tolentino.
Pero el Demonio sabe que sus artes son inútiles ante una voluntad enérgica, y comienza en seguida á pervertir á Justina; de lo profundo del infierno evoca la muchedumbre de sus lascivos servidores para perderla con visiones lúbricas; pero á pesar de lo voluptuoso de los cánticos de aquellas voces aéreas para corromperla, no consigue su objeto, y Satanás deja el campo avergonzado.
No tardó en caer en penoso letargo, lleno de visiones disparatadas y horribles, sin darse cuenta del tiempo que estuvo en tal disposición. Cuando volvió en sí, había poca luz en el cuarto.
¡Oh! sí, seguramente, dijo uno de los que le escuchaban; quisiéramos que fuese de carne y hueso. ¡Carne y hueso!... ¡Miseria, podredumbre!... exclamó el capitán. Yo he sentido en una orgía arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extrañas.
En estas visitas lo pagan las mujeres del Mapono, que se ven obligadas á huir por el espanto y terror de aquellas horribles y monstruosas visiones.
Se tapó los ojos con las manos, como si pretendiese defenderlos de crueles visiones, y así se mantuvo algún tiempo. Luego levantó el rostro, para añadir con una ansiedad interrogante: Tú que eres mi único amigo y conociste de cerca mi vida en París, ¿crees que Fontenoy era el amante de mi mujer?... El español hizo otro gesto ambiguo, no sabiendo qué contestar.
Aquellos dos cuerpos vigorosos, aquellas dos almas quietas, inocentes, debían comprenderse: esto lo advertía Tristán: de ahí sus recelos, transformados presto en negras visiones por su imaginación inquieta. Tomado el café la sociedad juvenil se derramó por la finca. Los viejos y las personas serias permanecieron sentados en torno de la mesa.
Es una cosa sin nombre Como esas blancas visiones, Que en largas meditaciones Pasan con vuelo fugaz; Ó como el blando murmullo Que se oye en la selva umbría, Cuando de la noche fria Sopla la brisa fugaz.
Palabra del Dia
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