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Actualizado: 20 de julio de 2025


Queriendo salir la Fe de Triunfo, no yo como pueda negarle sus victoriosas insignias la más Católica Palma, ni dejarlas ella de admitir para su exaltación con aprecio y con aplauso.

Otros buscaron en el cuerpo inerte la causa eterna del dolor humano, y con el bisturí sobre la herida arrebatar supieron de la muerte, vibrándolas en triunfo entre la mano, las palmas victoriosas de la Vida...!

Si el clima vuelve á enfriarse á consecuencia de algún cambio cósmico, emprenderán de nuevo las plantas su viaje hacia la llanura: victoriosas otra vez, arrojarán á otra parte á las especies que necesitan más suave temperatura.

La aparicion de las poesías de Don José Campo-Arana, es una de tantas respuestas victoriosas como la realidad ofrece diariamente á los empeñados en la triste tarea de probar al público que atravesamos un período de paralizacion y esterilidad artística; privando al talento del entusiasmo y de la , únicos estímulos que para él dejan á nuestra desangrada patria los que más prosaica y ventajosamente la explotan.

El monarca que al estampar la huella en el solio causa una especie de frenesí de júbilo en su corte; que al año siguiente de su entrada en Córdoba en medio de entusiastas aclamaciones pudo decir con orgullo á sus enemigos «la gracia del sultan hace llover beneficios sobre las casas de los buenos vasallos, pero su cólera es capaz de coronar ochocientas almenas de sus murallas con ochocientas cabezas de rebeldes ; finalmente, ese rey tan halagado de la suerte en las batallas, que difundiendo el terror del nombre agareno por los estados de D. Ordoño lleva sus armas victoriosas hasta las orillas del Garona , no es mucho que embriagado por el incienso de las lisonjas, sea ciego como su padre á los patentes avisos del cielo.

Cuentan algunos escritores que Nabucodonosor, rei de Babilonia, despues de haber allanado los muros de la soberbia Jerusalen i puesto en cautividad al pueblo israelita, prosiguió sus victoriosas empresas, destruyendo á Tiro i Egipto, i los lugares situados en las riberas africanas.

El cañón de 75 se había acreditado como una joya única. Sólo sus disparos eran certeros. La artillería enemiga le inspiraba lástima, pues si alguna vez daba en el blanco casualmente, sus proyectiles no llegaban á estallar... Además, las tropas francesas habían entrado victoriosas en Alsacia: ya eran suyas varias poblaciones.

Le escribió inmediatamente, dándole la fatal noticia; pero la carta no llegó a sus manos. Volvió a escribir y no recibió contestación. El autor de mis días había muerto también. Pereció en una escaramuza. Su cadáver fué arrastrado y paseado como trofeo de gloria, al son de músicas victoriosas, por una soldadesca ebria que celebraba un triunfo inesperado.

Palabra del Dia

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