Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de junio de 2025
Si alguno de los presentes, fuera de aquel salón venerable, se atrevía a calumniar a aquel santo, no se sabía, no se quería saber, pero en casa del gran Constantino nadie osaría poner en tela de juicio la santidad del Crisóstomo vetustense. Por poco tiempo consiguieron verse solos Ana y don Fermín. Fue en el gabinete de doña Petronila.
También estimaba mucho a Meléndez Valdés y no poco a Inarco Celenio. Había venido a Vetusta de beneficiado a los cuarenta años; treinta y seis había asistido al coro de aquella iglesia y podía tenerse por tan vetustense como el primero. Muchos no sabían que era de otra provincia. Además de la poesía tenía dos pasiones mundanas: la mujer y la escopeta.
No se recordaba en la población más que dos desafíos en que se hubiera llegado al terreno; uno de Mesía, allá, muchos años atrás, cuando era muy joven; había sido padrino del contrario Frígilis, único vetustense que asistió al lance. Nunca había querido decir lo que había pasado allí, pero era lo cierto que ni Mesía ni su adversario habían guardado cama un solo día después del duelo.
Todos los viernes de Cuaresma la Real Audiencia Territorial pagaba y oía con religiosa atención o mística somnolencia un sermón que alguna notabilidad del púlpito vetustense predicaba en Santa María, la iglesia antiquísima.
Aquella noche se acordó en la tertulia acoger a la hija de don Carlos como una Ozores, descendiente de la mejor nobleza. No se hablaría para nada de su madre; esto quedaba prohibido, pero ella sería considerada como sobrina de quien tantos elogios merecía. Gran consuelo recibieron doña Anuncia y doña Águeda al saber por el médico esta resolución de la nobleza vetustense.
Al abrigo de ella paseaban desde tiempo inmemorial los muchos clérigos que son principal ornamento de la antigua corte vetustense; por invierno de dos a cuatro o cinco de la tarde, y en verano poco antes de ponerse el sol hasta la noche. Era aquel un lugar, a más de abrigado, solitario y lo que llamaban allí recogido, pero esto cuando la Colonia no existía.
En efecto, la nobleza iba en romería a ver el prodigio, a ver engordar a la niña. El elemento masculino notó mucho antes que el femenino la extraordinaria belleza de Anita. Pocos meses después de la fiebre, Ana había crecido milagrosamente, sus formas habían tomado una amplitud armónica que tenía orgullosa a la nobleza vetustense.
Representaba la pintura a San Pablo primer ermitaño; el pintor era un vetustense del siglo diez y siete, sólo conocido de los especialistas en antigüedades de Vetusta y su provincia. Por eso el cuadro y el pintor eran tan notables para Bermúdez.
Completan el admirable cuadro de la humanidad vetustense el D. Víctor Quintanar, cumplido caballero con vislumbres calderonianas, y su compañero de empresas cinegéticas el graciosísimo Frígilis; los marqueses de Vegallana y su hijo, tipos de encantadora verdad; las pizpiretas señoras que componen el femenil rebaño eclesiástico; los canónigos y sacristanes y el prelado mismo, apóstol ingenuo y orador fogoso.
La nobleza vetustense opinó que muerto el perro no se acabase la rabia; que la muerte providencial de la modista no era motivo suficiente para hacer las paces con el infame don Carlos ni para enterarse de la suerte de su hija. Tiempo había para proteger a la niña, sin menoscabo de la dignidad, si, como era de presumir, la conducta loca de su padre le arrastraba a la pobreza.
Palabra del Dia
Otros Mirando