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Actualizado: 21 de junio de 2025


Todos los devotos enviaban sus joyas para que las luciese en el paseo la Santísima Macarena. Las mujeres exhibían las manos limpias de adornos en esta noche de religioso dolor, contentas de que la madre de Dios ostentase unas joyas que eran su orgullo. El público las conocía, por verlas todos los años, y llevaba la cuenta, señalando las novedades.

Tal día y a tal hora, yendo ella y Barbarita por la calle de Preciados, se encontraron a Juan que venía deprisa y muy abstraído. Al verlas, quedose algo cortado; pero sabía dominarse pronto. Ninguno de estos datos probaba nada; pero no cabía duda: su marido se la estaba pegando.

Me parece una gran idea respondió ésta entregando al mismo tiempo a don Adrián las acuarelas . Y dígale usted, de mi parte, que cuando vaya nos lleve algunas obras más de esta clase, para verlas... y admirarlas... ¡Ay, qué bien lo hace, don Adrián! ¡Quién fuera capaz de la mitad de ello siquiera! ¿De veras, señorita? preguntó el boticario conmovido de gusto.

Pasé un rato muy agradable, en un estado de tranquilidad que me ha hecho mucho bien. ¿Te quejas de que me paseaba por la iglesia?... Es que cuando uno va a hacer vida nueva, le gusta enterarse... Quería yo mirar bien las imágenes. Créelo; si siguiera en Madrid, me haría amigo de todas ellas. Me gusta verlas tan hermosas, con sus ropas de lujo y sus miradas fijas en un punto.

Si me hubiera dejado llevar del genio, le habría dicho que había muchas cosas en el mundo que me gustaría ver más que aquéllas. Pero en vez de hacerlo, le manifesté con el mayor servilismo que lo consideraba como una gran desgracia, y que aceptaría cualquier sacrificio por verlas algún día.

Para conocer bien las naranjas es necesario verlas en los países que las producen: en las islas Baleares, en Cerdeña, en Córcega, en Argelia, entre el aire azul dorado, en la tibia atmósfera del Mediterráneo. Jamás olvidaré un bosquecillo de naranjos que vi a las puertas de Blidah. ¡Allí que estaban hermosas!

No me hubiera consolado de morir tan pronto, sin haber podido ver la primavera. Han brotado esas queridas hojas de abril y yo estoy aquí para verlas. Las toco, las huelo, las estrujo entre mis manos y las digo: «Aun estoy entre vosotras. Quizá me será dado ver el estío bajo vuestra sombra.

Dos monjas que estaban de turno en la portería se asomaron también por otra ventana baja; pero lo mismo fue verlas Mauricia que empezar también a mandarles piedras. Nada, que tuvieron que retirarse. Asustadas las infelices, quisieron pedir auxilio.

«Así son ellaspensó Lázaro al verlas; y volviendo al libro los ojos, prosiguió su paseo hasta llegar a la ventana donde estaba la doncella, que para distraer su trabajo tarareaba a media voz una polka de moda.

Hacían de un vestido siete, y era un prodigio el verlas volverlo de arriba abajo, y estirar y encoger sombreros, y aprovechar para cinco o seis cosechas de la moda las mismas espigas y los mismos pepinillos y otros vegetales contrahechos, de prendidos y sombreros.

Palabra del Dia

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