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Actualizado: 24 de junio de 2025
Aquel capitán vigoroso y de aire insolente, que podía fusilarle, era el mismo pequeñín que había visto corretear en la estancia, el Moltkecito imberbe del que reía su hija... Mientras tanto, el militar explicaba su presencia allí. Pertenecía á otra división. Eran muchas... ¡muchas! las que avanzaban formando un muro extenso y profundo desde Verdún á París.
Únicamente sabían hablar de los incidentes de su instalación; repetían las noticias oídas á los ministros, con los que vivían familiarmente; mencionaban con aire misterioso la gran batalla que había empezado á desarrollarse desde las cercanías de París hasta Verdún.
El Saona, que nace en las llanuras de Epinal, y viene del norte, engrosado con las aguas del Doubs, procedente de las montañas del Jura, y que se le une en Verdun, desciende por entre las colinas de Fourvières y Vaise; corta en dos porciones la ciudad de Lyon en la parte occidental, y va á reunirse al extremo meridional con el Ródano.
Había muerto en Verdún con un heroísmo obscuro, como tantos otros, y esta mujer no guardaba una imagen precisa de él, después de haber perturbado tan deplorablemente su existencia. Ni siquiera pareció recordar su nombre al repetirlo Robledo.
Un hijo mío, oficial, murió en la batalla del Aisne; otros allegados á mí, sobrinos y discípulos, han muerto luego en Verdún y en el ejército expedicionario de Oriente...»
Conflictos íntimos. El bailarín mundano. Nuestros actos nos siguen. El niño en la balaustrada. La lección de amor en un parque. La señorita Cloque. La ciudad sin jefe. ¡A París! El carnicero de Verdún. Los derrotistas. Montmartre. El marido de la modista. Edgar. El amante de la señora Dubois. LEÓN FRAPI
Á un hombre le pesa emplear dos varas de bronce con el fin de que su cautivo pudiera respirar de pié derecho, cuando la Providencia habia creado para aquel cautivo toda esa inmensidad que flota entre la Bastilla y las estrellas. Allí fuéron víctimas de la tenebrosa política de Luis XI, Guillermo de Llarancourt, obispo de Verdun, Jaime de Armagnac, duque de Nemours y el conde de Saint-Pol.
En 1916, los críticos germanófilos llegaron a entrar en Verdun, en el propio Verdun, y si luego abandonaron la plaza, fue, sencillamente, porque el kronprinz no los siguió, y los pobres se encontraron allí solos, sin contacto ninguno con el ejército alemán...
¿Cuándo matarán á esa espía?... Si fuese una pobre mujer con hijos, de las que necesitan ganar su pan, ya la habrían fusilado... Pero es una cocota elegante y con joyas; tal vez se ha acostado con los ministros. Cualquier día vamos á verla en la calle... ¡Y mi hijo que murió en Verdún!...
El senador le había hablado de ella pocos días antes. Su hermano el artillero acababa de morir en Verdún. «¡Cuántos caen! se dijo . ¡Cómo estará su pobre madre!» Pero inmediatamente sonrió al recordar á los que nacían. Nunca se había preocupado la gente como ahora de acelerar la reproducción.
Palabra del Dia
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