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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Aquellos peces, que parecen hombres, saltan, punzados, atravesados, abiertas las carnes, tiñendo el agua con su sangre por momentos. Su dolorosa agitación, el furor de que están poseídos sus verdugos, el mar que ya no es mar, sino un no sé qué espumoso que vive y humea, todo esto produce el vértigo.
¿Desde Madrid? Sí. Y a Pamplona voy. ¡Salvarme tú!... ¡Conservarme la vida! Veo que también hay verdugos de la vida. Yo quiero ser contigo ese verdugo de vidas. Mira, mira, ¿quieres dejarme en paz, intruso, y volverte otra vez a tu Madrid? Nos iremos Yo seré feliz mañana dijo Navarro con hosca expresión , en el foso de Pamplona. ¡Qué frío hará allí! El prisionero temblaba.
Confusa aglomeración de frailes, de verdugos, de alguaciles, cubrió al instante el ancho quemadero, rodeando a los condenados. Con muy poca emoción vio Ramiro estrangular a los arrepentidos. Algunos, al morir, dejaban caer la coroza; otros la conservaban sobre su horrible cabeza colgante.
Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello.
A éstos no les llamo yo críticos, sino verdugos de los que en tiempos de triste recordacion atenaceaban el cuerpo, sacaban los ojos y cortaban las orejas á los delincuentes... todo con el objeto de decidirlos á la enmienda.
Queríase el pasatiempo de los tiranos, de los verdugos; herir, destrozar, gozar de su fuerza y de su furor, saborear el dolor, la muerte. Con frecuencia divertíanse en martirizar, encolerizar, hacer morir lentamente á animales demasiado tardos ó apacibles para defenderse.
Aquel hombre tenía algo de esa personalidad enigmática de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos; su fama de cruel y de bárbaro se extendía por toda España.
La campesina se alejó diciendo: Cueste lo que cueste, Marta, es preciso que os vuelva a ver hoy; quiero retemplaros para la prueba suprema. Yo también he emprendido un combate contra los verdugos de vuestra hija. La viuda murmuró acercándose a la joven: Sígueme, Elena, la señora condesa... tu madre nos llama.
El pueblo ya no tiene confianza en los que un tiempo eran sus protectores, hoy sus explotadores y verdugos. Las máscaras han caído.
D. Fadrique no vió el objeto del amor insaciable del alma, y el fin digno de su última aspiración, en los poderes sobrenaturales. D. Fadrique no vió en ellos sino tiranos, verdugos ó espantajos sin consistencia.
Palabra del Dia
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