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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Con cuánto amor se sientan al pié del venerable tronco, casi cadáver ya, los hijos de la multitud! Bello y poético culto tributado á la vida, cuatro veces secular! Cerca de la plazuela muestra su sombría cabeza la Torre-maldita, donde se guardaban los instrumentos de tortura, verdadera irrision de aquel árbol, símbolo de victoria y emancipacion.

Quise ver más, pero los jinetes hicieron caracolear sus caballos; las primeras hileras de la columna aparecieron, y apenas llegó a mi oído el eco de una proclama de acentos olímpicos pero simpáticos que se extinguía en el estruendo unísono de un aplauso tributado por veinte mil manos. Yo aplaudía también y batía palmas. ¿Por qué aplaude me dijo Alejandro, de mal humor, si no oye nada?

Acércate dijo el Rey alargando su mano. El general dejó el candelero de barro sobre la mesa, y acercándose al lecho puso una rodilla en tierra. Seguía conmovido. El Rey recibió, con júbilo que no podría definirse, aquel primer homenaje tributado a su reciente majestad por el más ilustre y más poderoso de sus vasallos.

Cuando las noticias venían de Bayona, eran objeto de sistemático desprecio, y las disposiciones del palacio de Marras, así como la convocatoria de irrisorias Cortes en la ciudad del Adour, y el pleito homenaje por algunos grandes tributado a Bonaparte, daban pábulo a sátiras sangrientas.

Más claro, veo en ese refinamiento un coquetismo, una ridiculez, y creo que la ridiculez y la coquetería no son un homenaje tributado al público, ni á la actriz, ni á la mujer. El tenor se retiró haciendo cortesías exageradas, y ella quedó en la escena inclinada hácia el público, como la red que baja al fondo para rastrear algo. La actriz no se engañaba; el público aplaudió.

Faltóle á Cervantes el aplomo y profundidad necesaria para luchar con éxito contra rivales más fuertes: á su conocimiento exacto de algunos lunares del drama español, no acompañaba el de sus bellezas; y si por un lado carecía de la imparcialidad conveniente y se dejaba arrastrar de la pasión, por otro se exponía á no dar en el blanco, imprimiendo en sus fallos cierta vaguedad. ¿Qué extraño es, por tanto, que se perdiese su voz, ahogada por el aplauso tributado á la escuela contraria?

Conservaba como precioso tesoro todas las frases de elogio que la prensa había tributado a sus obras. El único deseo, el único afán de su vida era que su hijo siguiese las huellas de su padre, fuese un hombre respetado por su talento e ilustración. Dios quiso colmar sus votos. Primero comenzó a ver alzarse ante sus ojos la imagen corporal de su marido reproducida en el hijo.

Palabra del Dia

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