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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Y la cocinera sirvió la sopa, como siempre... Mientras Juanillo tomaba unas pocas cucharadas, los curiosos se comunicaban sus impresiones: ¡Quién lo diría, al verlo tan flacuchín!... ¡Y la sopa no estaba en el programa!... ¡Ya tendría preparada una droga para evitar la indigestión!... Terminó Juanillo la sopa como si tal cosa.
En una de esas cervecerías filarmónicas, encontré al coronel Sieboldt, sentado, con su sobrina, ante su eterno rábano negro. En la mesa contigua tomaba un bock el ministro de Negocios Extranjeros, acompañado del tío del Rey.
Lo peor era que los únicos negocios que le salían mal al banquero eran los en que tomaba parte su amigo. En las tertulias de éste, indefectiblemente llevaba la contraria en todas las peroraciones de don Mauricio, Gonzalo Quiroga, primogénito de los condes de Camposeco. Este mozo tenía un frontispicio poco simpático, y además era gangoso.
Y cuando la pieza blanca caía en el abismo, el nadador iba a su alcance con la cabeza baja y las manos juntas en forma de proa, dejando la piragua balanceante detrás de sus pies con el impulso del salto. El cuerpo bronceado tomaba una claridad de marfil en el cristal verde de las aguas removidas.
Le veía con la imaginación allá en su país, transfigurado por la majestad del poder y la luz del sol. Su tez cobriza, con los reflejos verdosos de la vegetación tropical, tomaba un tono de bronce artístico.
Si esta reserva ha tenido por objeto, como lo creo, dar tono á mi propia discreción, la señorita se tomaba un inútil trabajo. Sea lo que sea, el señor de Bevallan, al oir este relato, nos aturdió con sus gritos de desesperación. ¡Cómo! ¡la señorita Margarita había sufrido aquellas tan largas ansiedades!
No sabía con certeza el mismo Desnoyers en qué podía consistir esta seriedad tan admirada por su patrón, pero experimentó un secreto orgullo al verle agresivo con todos, hasta con su familia, mientras tomaba al hablar con él un tono de rudeza paternal.
Tomaba su revancha en los cuentos, pues sabía muchos, y ella los escuchaba con embeleso, abierta la boca de par en par y los ojos clavados en el narrador.
Luego había sufrido mucho viéndole con ciertas mujeres y la atrevida muchacha tomaba un aire pudibundo al recordar los amoríos de él en el buque . Odiaba a la señora norteamericana, tan estirada y orgullosa, que nunca había contestado a sus saludos; odiaba también a aquella fea mal trajeada que iba con él en los últimos días.
Y sencillamente Chemed tomaba la mano del inocente mozo, y la estrechaba entre las suyas y la retenía en cautividad, equilibrando el calor superior que había en las de ella con el calor que él tenía en su mano. Todavía se puso más interesante y bonito Mutileder cuando habló con efusión del eterno amor y de la fidelidad que él y Echeloría se habían jurado.
Palabra del Dia
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