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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Ahora se ha descubierto que el tal don Ramón no compraba papel, y cuando le daban una cantidad con tal destino la dedicaba a la Bolsa, cuidando de entregar los intereses al cliente, como si en realidad existiesen los títulos. ¿Quieres saber que hay de esos tres mil duros? Pues que los has perdido. ¿No me dijiste que tu novia le entregó ocho mil reales? Pues los has perdido también.... ¡Cristo!
ABIND. ¿Tu ingenio puede ignorar Qué es hablar, sabiendo amar? ¿Sabiendo amar, qué es sentir? JARIFA. Si digo lo que te quiero, ¿Qué te puedo decir más? ABIND. Es libro o carta que das Sin el título primero; Cuando al Rey quieren hablar, O negociar por escrito, ¿No le llaman grande, invito? JARIFA. Ansí le suelen llamar. ABIND. Pues títulos tiene amor. JARIFA. ¿Cómo?
Teneos un poco, luna y claras élices, Que ya llego a Jarifa, que ya el prólogo Le digo de mi historia y los capítulos Con dulces besos y con tiernos títulos. ¡Que fuera Adonis bello o de Liríope El hijo que murió en el agua, viéndola, O la lengua de Apolo y de Calíope Tuviera para hablalla, respondiéndola!
Treinta y dos individuos de su familia estaban bajo tierra. Muy pocos de ellos eran militares; llevaban una existencia de placeres antes de la guerra, disfrutaban de grandes riquezas y títulos: su vida resultaba tan dulce como la del príncipe Lubimoff... ¡pero al verse llamados por el deber!...
Si en nuestro país se premiase el valor con títulos de nobleza, esa frase, que parece tan fácil de emitir, pero que solamente él, ante el peligro y la gloria que le esperaban, ha llegado á pronunciar, esa frase, repito, sería el mote mejor, y el más apropiado, para el escudo de armas del General.
Esta tradicion es digna de fe inviolable por quantos títulos prescribe la mejor Lógica.
Entre él y Espartero existió siempre antagonismo político y aun personal, habiendo llegado a extremo tal que, en 1845, siendo ministro el duque de la Victoria, hizo juzgar a Rodil en consejo de guerra y lo exoneró de sus empleos, honores, títulos y condecoraciones.
Sabía quién era doña Sol, y por un exceso de respeto hacía extensivos a ella los títulos de la familia. La dama, repuesta de su sorpresa, le hizo seña para que se sentase y cubriese; pero él, aunque la obedeció en lo primero, dejó el fieltro en una silla inmediata.
Pero el afán de singularizarse asombrando al vecino tomaba su desquite en los líquidos, y equivalían a títulos de suprema distinción las botellas que figuraban en las mesas: unas, blancas y puntiagudas como agujas góticas, cuyas etiquetas evocaban la imagen del padre Rhin pasando entre castillos y peinando sus barbas de espuma en los puentes medievales; otras, negras, con la cabezota de corcho afirmada en un casco de alambres y de láminas metálicas, llevando sobre los hombros, cual regio toisón, el collar obscuro y las letras de oro de su champañesco origen.
Y su confianza en la superioridad que lleva sobre el litoral iniciador del Atlántico, se funda en que le considera demasiado reaccionario, demasiado europeo, demasiado tradicionalista. La historia no da títulos cuando el procedimiento de elección es la subasta de la púrpura.
Palabra del Dia
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