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Actualizado: 24 de junio de 2025
Los portugueses y demas extrangeros, cuando quieren adelantar y poblar sus límites, fomentan y auxilian á los que se ofrecen para eso, y ademas les reparten las tierras, porque saben que el derecho de propiedad que les dán, no solo hace edificar, si no tambien es una cadena que fija á los hombres para siempre.
Otros estudiaban la flora arrancando hierbecillas y discutiendo ampliamente acerca del cultivo que convendría a aquellas tierras y de los productos que pudieran dar.
Pero ni a unos ni a otros se les deberían dar tierras para estancias, y si las necesitaban podrían arrendar las grandes y cómodas rinconadas que hay en los términos de los pueblos, o comprarlas según lo considerasen más útil, pero con la obligación de tener casa poblada en el pueblo a donde correspondieran.
El rei Flavio Recesvinto tambien quiso poner la mano en el remedio de los males que por los judíos ocultos con las apariencias de cristianos continuamente i á la sorda, se recibian en las tierras de sus dominios; pero en esta empresa no quiso caminar por nueva senda, sino seguir las pisadas de sus predecesores.
»Pero el cólera morbo, que ya en 1834 atacó a mi madre y la dejó enfermiza para toda su vida, volvió a herir a mi familia en 1860, arrebatándonos a mi hermano Julio, letrado notabilísimo, y atacándome también a mí, que, habiendo quedado sumamente débil, tuve que trasladarme a la provincia de Alicante, donde tenían mis padres unas tierras. Al poco tiempo murieron también mis padres.
43 Y sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. 44 Y les dio las tierras de los gentiles; y las labores de las naciones heredaron, 45 para que guardasen sus estatutos, y observasen sus leyes. Alelu-JAH. 1 Alelu-JAH. Alabad al SE
El barón de Ansur tendrá que arar él mismo sus campos, si quiere grano, voceaba en tanto uno de los bebedores, con zamarra y gruesas botas de cuero. Lo que es yo no vuelvo á poner el pie en sus tierras.
La segunda, que no fuesen obligados á desterrarse de sus tierras los que quisieren vivir en el gentilismo, ó mantener muchas mujeres para su uso; y la tercera finalmente, que sus hijos no fuesen destinados al servicio de la Iglesia.
No; yo no soy un gran señor, yo soy un desgraciado. Tú eres más rica que yo, pues vivo de vuestra limosna... Tu padre desea para ti un marido que cultive sus tierras. ¿Aceptas que sea yo, Margalida? ¿Me quieres, «Flor de almendro»?... Con la cabeza baja, huyendo de una mirada que parecía quemarla, ella siguió hablando sin saber lo que decía. «¡Locura!
Recordaba el promontorio tal como era cuando la difunta princesa tuvo la humorada de adquirirlo: un antiguo refugio de piratas; una lengua de rocas batidas y desordenadas en los días de viento mistral, con profundas cuevas abiertas por el oleaje roedor, que hacían desmoronarse las tierras superiores y amenazaban fraccionar su longitud en una cadena de isletas y escollos.
Palabra del Dia
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