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Actualizado: 12 de octubre de 2025
Casi a la vez que caía de su pedestal el busto del monarca, recibióse en Lima la noticia de la muerte de Felipe V a consecuencia de una apoplejía fulminante, que es como quien dice un terremoto en el organismo. De cómo una escultura dió la muerte al escultor
Del magnífico auto de fe que se hizo para que cesara el terremoto, y de los doscientos azotes que pegáron á Candido.
Las centinelas que estaban en lo alto de las torres de Galípoli dieron la señal de acometer, porque descubrian mejor al enemigo que venia mejorándose por los collados. Cerraron de una y otra parte con gallardia y fué tanta la furia del primer encuentro, que afirma Montaner que los que quedaron dentro de Galípoli les parecio que todo el lugar venia al suelo, á semejanza de terremoto.
Ahora la compasión era infinita.... Al fin había sido quien había abierto su alma a la luz de la religión, de la virtud.... Ana pensó en la fe quebrantada, agrietada, como si la hubiese sacudido un terremoto. El Magistral y la fe iban demasiado unidos en su espíritu para que el desengaño no lastimara las creencias. Además, ella siempre había amado más que creído.
Caracas es saqueada varias veces, y en medio de la lucha se derrumba sobre sí misma, al golpe del terremoto de 1812. Sus hijos más selectos están en los ejércitos o en la tumba; pocos de los que se inmortalizaron en la cumbre de San Mateo, alcanzaron a ver el día glorioso de Carabobo.
A veces digo: «¿No habrá un cataclismo, un terremoto o cosa así antes del día 10?. Pienso en la revolución, y créalo usted... desearía que hubiese algo... Me basta con una semana de jarana y tiros, durante la cual no pueda salir la gente a la calle... Pero ni eso, querida. ¿Sabe usted que a los generales Serrano, Dulce y Caballero de Rodas les han puesto presos, y dicen que les mandarán a Canarias y que también destierran al duque de Montpensier?
El 7 de julio de 1678, cuando tenía lugar en Lima una procesión de rogativa, a consecuencia de un terrible terremoto que en el mes anterior dejó a la ciudad casi en escombros, recibió el conde de Castellar una real orden de Carlos II en que se le intimaba la inmediata entrega del mando al orgulloso y arbitrario arzobispo don Melchor de Liñán y Cisneros.
Esto era horrible, pero al fin era vivir en tierra firme, no sobre la masa enferma movediza de disparates del capricho intelectual, no en una especie de terremoto interior que era lo peor que podía traer la sensación al cerebro. Ana explicó todo esto a Benítez como pudo, eludiendo el referirse a sus remordimientos.
LICANOR. Qué derrotada tormenta... FENCIS. Qué deshecho terremoto... IRENE.. Qué fantástica quimera REY.. A estos puertos, LICANOR. A estos montes, FENCIS. ¿Te trae? IRENE. ¿Te arroja? REY. ¿Te echa? Esta especie de diálogo es tan raro y poco común, que para comprenderlo bien conviene citar un ejemplo. Elegimos uno de la tercera jornada de Amar después de la muerte.
Tres eran los teatros que á la sazón había abiertos en Sevilla: el Principal, el de la Misericordia y el de la Feria, y en ellos funcionaban en aquel tiempo tres compañías dramáticas, que entusiasmaban con El terremoto de la Martinica, La terrible noche de un proscrito, Marta la romantina, El campanero de San Pablo.
Palabra del Dia
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