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Actualizado: 30 de junio de 2025


Hendia entanto las Neptuneas salas La galera del modo como hiende La grulla el aire con tendidas alas. Enfin llegamos donde el mar se estiende, Y ensancha y forma el golfo de Narbona, Que de ningunos vientos se defiende.

Lo otro, lo de Sevilla, fue un ensueño, un capricho loco, del que apenas me acuerdo, y que usted debe olvidar. El torero se levantó, aproximándose a la dama con las manos tendidas. En su rudeza no sabía qué decir, adivinando que sus palabras torpes eran ineficaces para convencer a aquella hembra.

Otros, al sentir el contagio de este pánico, habían huído igualmente, temiendo conocer los mismos horrores... Vió madres con sus pequeños en los brazos; ancianos doloridos que sólo podían avanzar con una mano en el bastón y otra en el brazo de alguno de su familia; viejas arrugadas é inmóviles como momias, que dormían y viajaban tendidas en una carretilla.

¡Juan! murmuró Lucía, poniéndose más blanca que las camelias. ¿Juan Jerez? dijo Sol alegrándosele el rostro, y acabando apresuradamente de sujetarse las trenzas. Lucía, en pie y ceñuda, y con los ojos puestos sobre Sol, a quien turbaba aquel silencio, aguardó apoyada en la silla de hierro, a Juan que, reparando apenas en Sol, venía hacía su prima con las manos tendidas.

En cambio, otros muchos muertos ilustres duermen el sueño eterno en el antiquísimo templo salmantino, donde se ven tendidas sobre magníficas tumbas sus calladas estatuas, ora dentro de hornacinas labradas en el espesor de los muros, ora en medio de suntuosas capillas.

Arrodillado a sus pies estaba el abate, con las barbas fluviales tendidas sobre el negro delantero de su sotana. Todos los ojos iban hacia él: sólo la familia de La Boca seguía con mirada amorosa los movimientos de Monseñor al decir la misa.

Mis esponsales tuvieron la aprobación de la nobleza y también del grueso público; por todas partes no vi más que caras sonrientes y manos afectuosamente tendidas que me felicitaban.

Vimos en nuestro camino infelices bestezuelas, muertas por un extraviado perdigón de plomo y sirviendo de pasto a las hormigas; musgaños con el hocico lleno de polvo, picazas, golondrinas derribadas al vuelo, tendidas de espaldas y levantando sus yertas patitas hacia el cielo, de donde descendía la noche precipitadamente, como suele en otoño, clara, fría y húmeda.

El suelo, regado a plena manga poco antes, estaba cubierto de cáscaras de frutas, secreciones de garganta y residuos de alimentos. Cabelleras femeniles tendidas al sol recibían la exploración venatoria de los peines.

Encontró en los «Palace» mujeres de ademanes soldadescos y manos groseras, fumando á todas horas, con los pies en el respaldo de una silla, mostrando la superficie posterior de sus muslos en alto y el triángulo blanco de sus enaguas tendidas sobre el asiento.

Palabra del Dia

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