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Actualizado: 8 de julio de 2025


Llegamos a un punto en que se distinguía un cuerpo tendido boca abajo sobre el suelo. Nos estremecimos todos, y Asunción y Presentación se abrazaron llorando a gritos. La curiosidad luchó un instante en nosotros con el temor, pues deseábamos acercarnos al cadáver por ver si era D. Diego, y temíamos llegar a él por si acaso era. Doña María fué la primera que dió un paso, y la seguimos todos.

Temíamos, finalmente, que el carácter en gran manera prosaico de las escenas políticas, que son la mayor parte del libro, hubiese influído en detrimento de su valor estético; y esto lo temía yo más que nadie, viendo correr con tibieza y desaliento la pluma del autor por las descripciones de un club o de una redacción de periódico, como si le aquejase la nostalgia de sus montes y de sus marinas.

Los bogas, que vuelven a Barranquilla, su cuartel general, están alegres, redoblan la actividad y la leña se embarca en un instante. Si bien aguas abajo las consecuencias de una varadura son más graves que a la subida, no temíamos tal aventura en ese momento, porque la creciente era extraordinaria.

No ha sido desconfianza por parte de ella dije, metiéndome en camisa de once varas . Es que temíamos que a usted le pareciesen mal estos amores y nos los privara.

A los chicos nos parecía una pretensión ridicula el que don Hilario quisiera dar importancia a las cosas de tierra adentro. En vez de hablarnos del Cabo de Buena Esperanza o del Banco de Terranova, nos hablaba de las viñas de Haro, de los trigos de Medina del Campo. Nosotros le temíamos y le despreciábamos al mismo tiempo.

Además, cuando nosotros fuimos allí, construíase á toda prisa, para el servicio de la misma Estación, una ancha y bien acondicionada carretera, por cuyo explanado trayecto pasaban ya los ómnibus generales y muchos particulares de los hoteles. ¡Porque todo esto había donde ningún alojamiento temíamos hallar cuando en Madrid proyectábamos el viaje!

Despidió a la doncella, rasgó el sobre y buscó con la mirada la firma... tuyo, Juan. ¡Qué mentira! Los ojos se le arrasaron en llanto. Lo menos tardó un cuarto de hora en poder leer con tranquilidad de espíritu aquellas malhadadas líneas. Decían así: «Cristeta mía: Lo que temíamos. Esta mañana he recibido carta del agente. Estoy casi arruinado.

Temíamos el autor y yo que pareciese esta novela conjunto de reminiscencias algo pálidas o de adivinaciones remotas, y que la ausencia del modelo vivo le quitase frescura y animación. Temíamos que pareciese lenta y perezosa en los primeros capítulos, y un tanto atropellada hacia el final.

Palabra del Dia

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