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Reyles, que cree que ha podido inventarse, pocos años ha, un arte, desconocido antes, muy profundo y muy exquisito, por cuya virtud y con cuyos preceptos se escribirán los dramas y las novelas del porvenir y otros mil primores, sutilezas y honduras que dejarán tamañitas y harán que desdeñemos por superficiales y vulgarísimas, cuantas obras de entretenimiento hasta hoy se han escrito.

Aunque a primera vista parezca lo contrario, es más fácil hacer la paz que «hacer las paces». Ya oigo exclamar: ¡Qué paradoja! No hay tal paradoja; espero demostrarlo. Lo que ocurre es que la diferencia de magnitud entre ambos conflictos, el conyugal y el internacional, hace creer a los espíritus superficiales que este último tiene un arreglo infinitamente más difícil que el primero.

Se dice largo tiempo hace que los poetas españoles son superficiales en la pintura de caracteres, y se les atribuye el hábito de adoptar formas características generales, que, según se asegura, ocupan en su poesía el lugar de los individuos.

Hablando de cosas superficiales, no le faltaba cierta charla vivaz, semejante al trinar del jilguero; pero apenas se tocaban asuntos serios, creíase obligada, por su papel de niña elegante y casadera, a encogerse de hombros, hacer cuatro dengues y mudar de conversación.

Responde la equivocación del narrador al quid pro quo del personaje, porque Moreno, en las perturbaciones superficiales que por aquel entonces tenía su espíritu, solía confundir las impresiones positivas con los recuerdos.

A propósito de sus lecturas se expresaba con una independencia, un sentido crítico y una vivacidad que encantaban de veras a ese parisiense, acostumbrado a las reticencias prudentes, a las admiraciones convenidas y a las opiniones superficiales del mundo oficinesco en que vivía. Al cabo de una hora de conversación, estaba ya encantado de la señora Liénard y se felicitaba de tan dichosa velada.

Por cierto que he recibido algunas cartas en que, si no censura, había cierta extrañeza por hablar yo de mi marido en estas crónicas superficiales, deleznables y pasajeras. ¿Por qué la extrañeza? Falta de costumbre en las lectoras, sin duda.

¡Cuán completamente distinto del Lope, que expone en las líneas anteriores su poética pensada, aparece ahora el poeta, que, libre de vínculos estrechos, sólo obedece á su inspiración! ¡Cuán inmensamente supera en vigor y profundidad su creadora fantasía á lo que pudiera esperarse de sus ideas superficiales sobre composición poética!

Los ensayos desdichados, que se hicieron para introducir en el teatro imitaciones superficiales del antiguo clásico, no habían logrado extraviar el buen sentido de la nación, que prefería lo español á todo lo extranjero.

Unas le parecían tontas, coquetas, feas, sin gracia; otras, aunque bellas, superficiales y vanas; algunas, buenas muchachas, pero de «mala rama», como decía la enferma, esto es, de familias desconceptuadas e incorrectas; cuales simpáticas, pero de mala educación; cuales bien educaditas, pero vanidosas y muy pagadas de su letra menuda. ¡La educación! decía ¡la educación antes que nada!