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Actualizado: 15 de mayo de 2025


La grande aljama no está concluida, pero supliendo con ricos tapices de Siria y de Persia la decoracion de las paredes y la labor de las columnas, apenas comenzada, los obsequiosos arquitectos del Sultan han hallado medio de satisfacer la impaciencia de su señor.

Y no fué aquél el último ni tampoco el más sangriento desastre de aquella época calamitosa que distinguió á los últimos años del pasado siglo. El fuerte de Tandag, baluarte el más seguro y cabecera de los dominios de la costa N., fué sitiado por mar y tierra en 1754 por todas las fuerzas que pudo reunir el Sultán de Tamontaca, cuyo número pasaba de 3.000 hombres é infinidad de embarcaciones.

A esta pregunta, y sobre todo al tono con que fué pronunciada, todos cayeron en la cuenta que una palabra no es más que una palabra, y se volvieron irritados y con vista airada al mismo Aben-Jomiz, que del cénit de su vanidad vino de cabeza al valle de lágrimas de la humildad. ¿Qué es la catalexis? pregunta el Sultán; le dijeron.

Los Dattos dependen de un Sultán, Jefe superior de la isla, que á su vez gobierna sobre los mandarines y otros tantos Radjas, formando una confederación que comprende todas las tribus ó sus rancherías.

Habiendo el emperador griego Teófilo solicitado alianza de Abde-r-rahman II y enviádole ricos presentes para grangeársela, con objeto de reunirse ambos contra los ejércitos amenazantes de los Abassides, el sultan andaluz concibió cierto deseo de reconquistar en el Oriente el imperio de los proscritos Umeyas, sus antecesores, y entabláronse desde luego relaciones de amistad entre los dos soberanos.

Y al decir esto, levantándose como una pulga del pavimento de la estancia, dando otra cabriola, haciéndole una higa al Sultán, y dando cuatro papirotes a los más graves del cónclave o diván, se deslizó por entre las guardias, repitiendo siempre: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.

En hondo silencio y procurando no hacer ruido, los aventureros todos fueron saliendo del subterráneo, encontrándose en un parque espacioso, dentro de los muros de la misma fortaleza y contiguo al alcázar donde el sultán habitaba.

Entretanto los sabios, consejeros, wazires y taalies, reunidos en el diván, se decían, en voz baja, unos a otros: "¡Qué diablos quiere el Sultán!

Me lisonjeo de que esta inevitable substitución nos la ha de agradecer el sapientísimo Ben-Farding. Ve y obra dijo el Sultán. Oír y obedecer respondió Abu-el-Casín.

Ya lo conozco replicó el Sultán . Traédmele al punto. Oyendo y obedeciendo contestó Abu-el-Casín. Y salió de la estancia, abriendo y cruzando los brazos y bajando la cabeza.

Palabra del Dia

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