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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Los Dattos suelen distinguirse de la gente del pueblo en el mayor adorno de sus vestidos, en los que usan botones dorados, y en la costumbre de llevar siempre el pañuelo en la mano y seguirle algún esclavo con la caja del bullo. Les está prohibido asimismo comer carne de cerdo y el uso de bebidas espirituosas.

Extremadamente supersticiosos, creen que el uso de ciertos talismanes los hace invulnerables en las batallas, y de aquí proviene la ceguedad conocida en los juramentados; también es general la creencia de que puede hacerse invisible el que en determinada época logra ver el cambio de piel en una culebra, y tienen por augurio mortal para sus Dattos la presencia de las nieblas que alcanzan á cubrir ciertas alturas que consideran sagradas.

Los Dattos dependen de un Sultán, Jefe superior de la isla, que á su vez gobierna sobre los mandarines y otros tantos Radjas, formando una confederación que comprende todas las tribus ó sus rancherías.

Asumiendo los Dattos el poder omnímodo, son los que dan fallo sobre todos los pleitos de su tribu, cobrando de intereses un real por peso; si el pleito es entre dos Dattos, los embajadores llamados Tumangung son los que arreglan las diferencias, y sólo en caso extremo se apela á la fuerza de las armas. Conocen la moneda, pero acostumbran en la mayoría de sus negocios á usar los cambios.

Constituídos en gobierno, obedecen directamente á los Dattos, los cuales, para su sostenimiento, cobran de todos sus subditos, ya sean ó no moros, una contribución llamada Pagdatto, que consiste en un jabol, un bolo y veinte gantas de palay por cada matrimonio.

«Después de una gran bichara se le dijo al Sultán que saldría un cañonero para la bahía Illana y se traería al Datto Amirol nuevamente nombrado; el Sultán no sólo escribió varias cartas para los Sultanes y Dattos de aquella parte, sino que dispuso fuera una embarcación de su propiedad engalanada para recibir al Datto Amirol, y en ella varios Dattos principales de su ranchería; á las cinco y media de la mañana salimos en el cañonero dirigiéndonos á Malaban, cerca de Baras, llevando á remolque la vinta del Sultán con los Dattos, que tocaban el agua; llegamos á Malabang, y una de las primeras cosas que divisamos la bandera española izada en el antiguo fuerte español, gloria de nuestros antepasados; la alegría rebosaba en nuestros semblantes como españoles, al considerar que hace muchos años dominábamos la mayor parte de esta isla; pero al recordar ésto sentíamos el que hoy no estuviésemos enteramente posesionados de ella; sin embargo, nuestra bandera ondeaba en la cumbre más alta.

Muéstranse disciplinados y valientes á la voz de sus Dattos, que les dan ejemplo, siquiera sea su táctica por tradición la emboscada y la sorpresa, que con valor temerario é infinita cautela ejecutan. Están admirablemente armados según exigen las circunstancias locales, pues para nada se necesita allí el fusil de grande alcance.

Palabra del Dia

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