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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Al pie del farol, recorría los diarios de la tarde, espiando la aparición, del lado del río, de la luz verde, azul o roja del vehículo; el frío y la humedad le incomodaban, e impaciente por la tardanza, se paseaba por el atrio solitario, como galán que espera: el rumor inmenso de la ciudad se había apagado, las luces palidecían en medio de la neblina, las vidrieras de los escaparates sudaban de frío, las palmeras tísicas de la plaza se quejaban... Andando, míster Robert pasó la esquina de Reconquista y llegó hasta la Bolsa, en su afán de salir al encuentro del tranvía, creyendo así alcanzarle más pronto.
Pues aún no era esto lo peor: lo peor era que Anita, que tenía un temperamento linfático exhausto de sangre, gustaba de mantener viva y cargada incesantemente, hasta en los días templados, la chimenea de su gabinete; merced a esto y al cuidado con que se cerraban todas las puertas y rendijas, aquella habitación era un horno; en ocasiones la atmósfera se ponía casi irrespirable; el coronel y el catedrático, que eran obesos y sanguíneos, sudaban gotas de tinta y estaban expuestos a una congestión; pero el ex-gobernador y tío Manolo, lejos de compadecerles, se complacían muy mucho en aquel tormento, y hasta se hubieran alegrado quizá de un amago de apoplejía que les impidiese salir de casa por las noches.
Primero habían entrado en almacenes donde la frescura todavía resultaba tolerable. Isidro había sentido allí una satisfacción egoísta y maligna pensando en los buenos amigos que sudaban y jadeaban en la cubierta de paseo.
Y entre este tintineo general, que casi ahogaba los sonidos de los instrumentos, desfiló la comitiva: el tambor mayor al frente de la banda; toda la servidumbre portadora de faroles; las camareras disfrazadas de floristas, y un gran número de animales, osos, perros y leones, mozos de buena fe, que sudaban bajo los forros de pieles y movían de un lado a otro sus cabezas de cartón rugiendo o ladrando.
Y aquí el apuro de los mestizos y naturales que por tener pantalones estrechos no podían imitar á los chinos. Y para que la intencion de humillarles fuese más manifiesta, la medida se llevó á cabo con pompa y aparato, rodeando á la iglesia un cuerpo de caballería, mientras dentro todos sudaban.
Palabra del Dia
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