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El día sucedía a la noche y la claridad a las sombras en aquella expresión del sentimiento por el órgano musical, tanto más intenso cuanto más vago. De modulación en modulación, la idea única se iba desfigurando sin dejar de ser la misma, a semejanza de un histrión que cambia de vestido. Su cuerpo subsistía, su aspecto variaba.

En fin, maese Marner ya no era nada joven. Nadie le tenía celos al tejedor porque era considerado como un hombre excepcional que tenía más derecho que otro alguno a la ayuda de los vecinos de Raveloe. La superstición que subsistía a su respecto había tomado un tinte más diferente.

Juanón se afirmaba en esta creencia, viendo el estado de consunción de la muchacha. Ya no quedaba en ella el menor vestigio de carne: sus débiles músculos de anémica se habían derretido. Sólo subsistía el esqueleto, marcando sus angulosidades bajo la epidermis blancuzca, que parecía adelgazarse también como una envoltura sutil.

Como ejemplos de monasterios fundados por particulares, solo en la Sierra de Córdoba y sin salir del IX siglo, podemos citar dos: el Tabanense y el de Peñamelaria, costeados, el primero por los piadosos cónyuges Jeremias é Isabel, y el segundo por los padres de la mártir Sta. Pomposa. En cuanto á esta dependencia subsistia el mismo régimen de la España goda.

Invirtió en ello una parte de su fortuna, dedicando la otra al juego. «Con lo que gane se decía acabaré el castillo.» Y como pensaba ganar sumas fabulosas, inició la reconstrucción en proporciones gigantescas, dirigiéndola él mismo con arreglo á las fantasías arquitectónicas estudiadas en los dibujos de Gustavo Doré. El castillo había quedado á medio construir, y así subsistía muchos años.

El sentimiento nacional, sin embargo, fuente de todo lo grande, que ha producido la literatura española, subsistía siempre, y España estaba siempre para él á la misma altura, en poder y en fama, que en la época de Carlos V. ¿Cómo no debía cambiar pronto todo, cuando ese imperio poderoso, acosado por fuera por sus enemigos, y próximo á la consunción en su vida interior, no contaba con más apoyo que con un niño débil bajo la tutela de su madre? ¡Y cuando la corte, que debiera haberse distinguido por su energía extraordinaria, era el asiento de la indolencia, y el foco de miserables intrigas!

Extendíanse largos espacios de silencio, de un silencio absoluto, el silencio del vacío, en el que sonaba agrandado el zumbar de las moscas salidas de las caballerizas, como si el inmenso circo estuviera desierto, como si hubieran quedado inmóviles y sin respiración las catorce mil personas sentadas en su graderío y fuese Carmen el único ser viviente que subsistía en sus entrañas.

La estatura del Rey aventajaba mucho a la de Sarto, y mientras escuchaba a éste, sus ojos se fijaban de cuando en cuando en los míos. Por mi parte lo contemplé larga y detenidamente. Nuestra semejanza era en verdad extraordinaria, si bien noté asimismo los puntos de diferencia. Pero con todo esto y a pesar de esas diferencias menores, nuestro parecido subsistía, innegable, evidente, portentoso.