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Actualizado: 22 de mayo de 2025


18 Y metió en la Casa de Dios lo que su padre había dedicado, y lo que él había consagrado, plata y oro y vasos. 19 Y no hubo guerra hasta los treinta y cinco años del reinado de Asa. 1 En el año treinta y seis del reino de Asa, subió Baasa rey de Israel contra Judá; y edificó a Rama, para no dejar salir ni entrar a ninguno al rey Asa, rey de Judá.

1 Al mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en aquel día vinieron al desierto de Sinaí. 2 Porque partieron de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y se asentaron en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte. 3 Y Moisés subió a Dios; y el SE

5 Y el rey de Asiria partió contra toda la tierra, y subió contra Samaria, y estuvo sobre ella tres años. 6 En el año nueve de Oseas tomó el rey de Asiria a Samaria, y trasportó a Israel a Asiria, y los puso en Halah, y en Habor, junto al río de Gozán, y en las ciudades de los Medos.

6 Este Esdras subió de Babilonia, el cual era escriba diligente en la ley de Moisés, que dio el SE

Y corriendo de aquí para allí, subió escaleras, y tocó campanillas, y abrió puertas sin reposar un instante, hasta que hubo juntado siete ú ocho médicos, y les llevó á su casa. Era preciso salvar á Celinina.

Despidiose de ellas a la puerta, subió con rapidez a un carruaje, y se hizo conducir, derramando abundante sangre, a casa de su colega y amigo Ahmed.

A la mañana siguiente, a la hora de que Sol fuese a sus clases, fue Lucía a buscarla para que diesen una vuelta en el coche por cerca del colegio, y le preguntó con ahínco sobresaltado y doloroso, que a quién vio, que quién subió a su palco, que a quién llamó la atención, que dónde estaba Pedro Real: «¡Oh! Pedro Real, tan buen mozo; ¿no te gusta Pedro Real?

Al llegar en sus evoluciones cerca de una escalerilla de la cubierta de botes, volvió Mina la cabeza con muda invitación y subió rápidamente. Fernando, después de una espera prudente, fue tras de sus pasos. Se encontraron arriba en una láctea penumbra atravesada por la flecha roja de las luces solitarias. Nadie más que ellos.

Sonó ésta, sin embargo, y trascurrieron algunos minutos después sin que el guapo pareciese. Pasó media hora, pasó una, y nada. Entonces la gallarda tabernera, abrasada el alma de despecho, subió á su cuarto y se quitó, mejor dicho, se arrancó con mano trémula el vestido de gala.

Subió á su habitación, para revestirse con la levita de los desafíos. Había llegado el momento de oficiar. Quedó indeciso ante el espejo, apreciando la falta de concordancia entre esta prenda majestuosa y el sombrero hongo que le servía de remate. ¡Ah, la guerra!

Palabra del Dia

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