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Actualizado: 2 de julio de 2025
Ella se consideraba como una superbelleza, más allá de los vulgares límites del vicio y la virtud, una obra de arte viviente, y el arte no es moral ni inmoral, pues le basta con ser hermoso. Poetas, pintores y músicos buscan entregarse al mayor número de admiradores; se esfuerzan por engrandecer el círculo del deseo público; procuran, con una coquetería femenil, atraer nuevos solicitantes.
Como un mal clérigo, que abusa del confesonario, sabía don Álvaro flaquezas cómicas o asquerosas de muchos maridos, de muchos amantes, sus antecesores, y en el número de aquellas crónicas escandalosas entraban, como parte muy importante del caudal de obscenidades, las pretensiones lúbricas de los solicitantes, sus extravíos, dignos de lástima unas veces, repugnantes, odiosos las más.
El envilecimiento de las seis mujeres elegantes y famosas parecía halagar su misoginismo. Hablaba con una expresión fríamente vengativa, como si presenciase la abyección de su mayor enemigo. Fué asunto de precio: yo no iba á regatear por millón más ó menos. Lo único que me ocasionó disgustos fué escoger entre varios miles de hermosas solicitantes.
Creía poder jugar con los hombres, despreciándoles. Así se lo había manifestado una noche á Robledo, mirando con lástima á sus solicitantes. Pero Ricardo era la juventud, la frescura varonil, el hombre adorado por el primer amor de una adolescente y que por esto mismo representa una tentación para la coqueta madura, ganosa de quitárselo á la otra mujer.
Lo mismo que Moreno, corrieron á su encuentro los otros solicitantes; pero ella, después de saludar á los tres, mostró su predilección por Watson, que también había salido á recibirla. Conversó con los demás, pero sin apartar de Ricardo sus ojos acariciadores. Robledo, que examinaba al grupo desde lejos, se enteró inmediatamente de esta predilección.
Dos jugadores habían solicitado la banca: el célebre griego y un industrial de París que se estaba enriqueciendo fabulosamente con la fabricación de material de guerra. Spadoni su presentó también, llevando en un bolsillo los quince mil francos necesarios para tomar la banca. Había que echar suertes entre los tres solicitantes.
Resultan un verdadero hallazgo en esta soledad. Miró con una ironía risueña hacia donde estaban sus tres solicitantes, y continuó: No tema usted, Robledo, que pierda la cabeza por ellos. Me doy cuenta de mi situación.
Consideraba una desgracia el ser mujer. Los hombres le inspiraban envidia por su independencia. Podían mantenerse aparte, absteniéndose de las pasiones que desgastan la vida, sin que nadie viniera á importunarles en su retiro. Les era lícito ir á todos lados, recorrer el mundo, sin llevar tras de sus pasos una estela de solicitantes. Usted me es simpático, capitán.
Palabra del Dia
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