United States or Belgium ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todos los ingenios mozos y viejos, conservadores y liberales, unidos por el amor a la belleza. Me seducían las estrofas de Justo Sierra.... Aun ahora las recito con el entusiasmo de los diez y nueve años. Los jóvenes de aquella época se cuidaban poco o nada de la política.

No le seducían sus ojos por expresivos, ni su boca por fresca, ni su talle por esbelto, sino toda ella por cierta atmósfera de melancolía que, circundándola como un ropaje ideal, daba a sus ojos apacible tristeza, y a su boca sonrisa resignada, y a su cuerpo entero una dejadez y laxitud en mayor grado poderosas y excitantes que la más espléndida hermosura o la más astuta coquetería.

Le seducían en alto grado las escenas de los años infantiles y los primeros pasos que las bienaventuradas habían dado en el camino de la perfección.

Aquellos árboles, llenos de vigor, henchidos de salud y de fuerza, le seducían: su inmovilidad augusta, el recogimiento de sus copas, le causaban una sensación melancólica: la fortaleza de sus enormes brazos, que se extendían por el espacio firmes y poderosos, repletos de savia, le infundían respeto y envidia.

En sus ojos brillaba la inteligencia; su voz insinuante, sus modales impregnados de natural elegancia, sus palabras llenas de prudencia, como las de Nestor, rey de Pylos arenosa, y sobre todo aquel incesante jugar con los rizos de su negra cabellera mientras hablaba, seducían á cuantos tenían la dicha de escuchar sus lecciones. Su fuerte era la teología moral.

Vistos de lejos, por corto tiempo, seducían con el encanto de la novedad; pero él había penetrado en sus costumbres, casi era uno de ellos, y le pesaba como una caída en la esclavitud esta existencia inferior, en la que chocaba a cada instante con ideas y prejuicios de su pasado. Debía alejarse de este ambiente; pero ¿adonde ir? ¿cómo escapar?... Era pobre.

El mozo se nos acercó y nos dio la carta. Blanca pidió bisque y nos hizo servir champagne. Era hija del padre; las delicadezas de la mesa la seducían más que otras cosas. Devoró el primer plato y agotó la copa con ansia. Nos habíamos sentado en un extremo de la mesa; las flores y los adornos centrales nos cubrían de los vecinos del frente.

No sólo apetecía cobrarse del debido salario, sino que le seducían principalmente unos ochavos roñosos llamados de la fortuna en el país, y que, merced a consideraciones muy lógicas en su mente infantil, le parecían preferibles a las piezas gordas. Las adquisiciones y placeres de Perucho los representaba generalmente un ochavo.