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Respondiendo a los deseos del conde, mi abuelo optó por la carrera eclesiástica, en la cual, dado su natural despejo, mi padre llegaría, probablemente, a cardenal; pero mi padre no sentía afición a los cánones, y, sobre todo, el conde, que alardeaba de volteriano, dijo en seco que no.

Pero aquí está la misiva que debo llevar al barón de Morel, limpios quedan los platos y seco el jarro; hora es ya de ponernos en camino. te vienes conmigo, Tristán, y cuanto al barbilindo ¿á dónde dijiste que ibas? Á Munster. ¡Ah, !

Con su propio pañuelo secó Lucía la sangre, y de brazo las dos entraron en la sala. Lucía también estaba hermosa.

Todavía estaba en el «Annie Curtis», pero como la barca se hallaba en dique seco, él, según me dijo, había querido bajar a tierra para andar de jarana. Permaneció aquí dos días, y con su pequeña máquina fotográfica, adquisición muy reciente, evidentemente, anduvo sacando toda clase de vistas, incluyendo la de esta casa.

Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca.

Taparme los ojos para no ver sería imitar al avestruz, que esconde la cabeza creyendo evitar el peligro. El señor de Sorege no tiene fortuna, no es un genio, no posee una instrucción excepcional; no tiene más que su nombre. Si ese nombre no está sin mancha, no le quiero por nada del mundo. El golpe fué seco y duro como un latigazo.

En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observó: Diantre! hasta la máquina bebe, miéntras que yo estoy á seco! Ella bebe á la salud de la compañía, dijo un chusco, aludiendo á los viajeros del tren. Y cada cual agregaba una tosca chanzoneta ó un retruécano del mas rústico ingenio.

13 Por tanto, mi pueblo fue llevado cautivo, porque no tuvo ciencia; y su gloria pereció de hambre, y su multitud se secó de sed. 16 Pero el SE

Don Jaime, entre tanto, no sólo no venía, sino que apenas se dignaba escribir, salvo a D. Acisclo, y esto de tarde en tarde y por estilo lacónico y seco. Pero fuese como fuese, el lance estaba ya empeñado; para D. Acisclo era cuestión de amor propio; y aunque D. Jaime hubiera sido el mismo diablo, D. Acisclo hubiera echado el resto por sacarle triunfante.

Lo que es ese no volverá a levantarse dijo Van-Horn . El confite le ha sabido bien amargo, pero lo tenía bien merecido. ¡Ah, pillos! también nosotros tenemos armas que matan como el rayo. Estoy dispuesto a repetir la suerte dijo Cornelio. Al primero que se acerque lo dejo seco. ¡Cuidado! gritó el Capitán.