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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Celebro, caballero, dijo el marino con un acento inglés muy pronunciado, haber contribuído á sacarle de penas... Lo que mis patrones me habían contado me ha hecho fácil y agradable el servicio que les he prestado... Hemos arriesgado algunas cosillas, añadió el inglés sonriendo; pero en este momento estamos bajo la protección de esa bandera...
Se reía del socialismo católico y de las «ideas» de su protector: cuatro simplezas que aquel necio juzgaba suficientes para el esqueleto de un libro. ¡Valiente atún era el señor Jiménez!... Pero lo respetaba, viendo en él al hombre providencial que cambiaría el curso de su existencia, al suceso esperado que había de sacarle del atolladero de su voluntad.
Pedro de Alvarado tenía que luchar contra los conjuros de una india gorda, temible hechicera igual a las encantadoras de los poemas antiguos. En un combate mataba de una lanzada a un águila verde que pretendía sacarle los ojos, y al caer, el ave de presa tomaba la forma de un indio muerto.
Ya se lo he dicho... Casi he empleado las mismas palabras, señora... Pero si viera usted... Hállase hoy en un estado de apatía y tristeza que no me hace maldita gracia. No hay medio de sacarle una respuesta a nada de lo que se le dice.
Luego, ya sabes cómo es de gracioso y ocurrente. Hijita, empieza a hablar y a embromarme y... bueno, al ratito no más, ya me estoy riendo como una loca. No tengo carácter y, claro, hace lo que quiere. Tienes que disputárselo al Jockey. Sí, sí; pero, ¿cómo? ¿cómo? El otro día, no sabiendo ya qué hacer, me fuí al Socorro, a pedirle a la Virgen que me ayude a sacarle del club.
Pues sacarle las tripas al aire a ese pendejo respondió Fabricianito con la misma calma y acento meloso que si ordenara servirle una limonada. Toma el fierrito, niño. Fabricianito no se hizo esperar y echó mano al cuchillo. Federiquito hizo otro tanto.
Decir al mismo don Custodio en su cara que no sabía historia, ¡es para sacarle á cualquiera de sus casillas! Y así fué, don Custodio se olvidó y replicó: ¡Es que no está usted entre egipcios ni judíos!
Unas leves canas en la barba y un ligero fruncimiento de la piel en las comisuras de los ojos revelaban la fatiga de una existencia que había marchado, según decía él, «a toda máquina». Pero aun así, le buscaban, y era el amor el que iba a sacarle de su angustiosa situación. Al acabar el arreglo de su persona, salió del dormitorio.
Levantándose de un salto, quiso prestar ayuda á este trabajo exterior, y empujó la puerta vigorosamente. Pensó que los invasores se habían ido. No comprendía de otro modo que la esposa del conserje se atreviese á sacarle de su encierro. Sí, se han marchado dijo ella . No queda nadie en el castillo.
Pero sus relaciones con la Iglesia fueron tan infructuosas como sus luchas con el Estado. El cura era un bonachón, al que encontraba cierto parecido físico con Renán, y que únicamente se preocupaba de sacarle limosnas para los pobres, llevando su atrevimiento bondadoso hasta excusar á los merodeadores de su propiedad.
Palabra del Dia
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