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Actualizado: 13 de julio de 2025


De pronto el hombre que parecía compartir la opinión del jefe se apartó unos cuantos pasos, dio orden de formar, mandó sacar el prisionero y dispuso que, rodeado de un piquete, fuese conducido hasta los ruinosos y calcinados paredones de la estación, junto a la valla en que estaba fijado el bando prohibiendo la circulación de trenes.

Tal era, sobre poco más o menos, la parte que a Domingo le correspondía en la vida pública de su país natal: administrar una pequeña comuna perdida en las lejanías de todo gran centro, encerrada entre marismas, apretada contra el mar que roía sus costas y le devoraba cada año algunas pulgadas del territorio; velar por la conservación de los caminos y procurar la desecación de los terrenos inundados periódicamente; preocuparse de los intereses de muchas personas para las cuales eran necesarios a las veces el arbitrio benéfico, el consejo o el juez; impedir las disputas y poner óbice a los pleitos, causa y efecto de discordias; prevenir los delitos; cuidar con sus propias manos y ayudar con recursos de la propia gaveta; dar buenos ejemplos en materia agrícola; hacer ensayos ruinosos para animar a los tímidos en la senda de los progresos útiles; experimentar a todo riesgo en tierra propia y con dinero propio como un médico ensaya en su cuerpo un medicamento a riesgo de la salud; y todo eso hacerlo con la mayor naturalidad, no como una servidumbre, sino como un deber de posición social, de fortuna y de nacimiento.

Peor señal es cuando veis, á través de una atmósfera nada limpia, correr cual flechas, nubecillas de un color purpurino obscuro; si masas compactas empiezan á figurar extraños edificios, arco-iris destrozados, puentes ruinosos y otros mil caprichos. Entonces estad seguros de que el drama ya ha dado principio arriba.

Aquellos tres oficiales, con sus uniformes; el príncipe, con un traje de calle azul obscuro; el médico, vestido de viejo, como siempre; Lewis, con un gran sombrero de paja, sin el cual no podía andar por su castillo, ¡y él envuelto en su levitón solemne, que parecía asustar á los palomos refugiados en los aleros y los muros ruinosos!...

Yo corto aquí esta novela-proteo, que sería infinita; como son infinitos todos los sentimientos que se fermentan en almas solitarias, ora entre las cuatro paredes de una celda, ora dentro de los ruinosos muros de estas ciudades que pudiéramos denominar cementerios de vivos.

Palabra del Dia

malignas

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