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Lázaro, que observó largo rato á la dama, notó que lloraba, y que, apartándose de él lentamente, se apoyó en la pared con muestras de gran postración y abatimiento. Pero usted llora dijo, arrepentido de haber hablado tanto y deteniéndola; usted está muy agobiada. ¿Por qué no ha reposado usted? Yo no puedo reposar, yo no puedo dormir murmuró la devota con voz más bronca y grave que de ordinario.

A esto dijo Sancho: -Para andar reposado y llano, mi rucio, puesto que no anda por los aires; pero por la tierra, yo le cutiré con cuantos portantes hay en el mundo.

Quiero suponer contestó Doña Blanca con el reposado entono que tomaba cuando más tremenda se ponía, quiero suponer que las caritativas calificaciones de V. cuadran perfectamente al sujeto, á la persona de mi familia, á quien V. honra con ellas.

Pero el amo no se daba cuenta de nada, cegado por la emoción. La vista de las dos filas de hombres marchando entre las cepas y el canto reposado del sacerdote, conmovían su alma.

El colorido voluptuoso y suave de este cuadro; el vuelo reposado de la lírica que en él se nota; las floridas descripciones de esos tiernos ensueños amorosos; el brillo y la pompa de las fiestas, que se celebran en la corte del rey de Sciros, y, á lo lejos, el estrépito belicoso de los héroes griegos, forma un conjunto harmonioso, que transporta en una especie de éxtasis á quien la lee ó la oye.

Horas de vísperas eran cuando en largo de la cal de Sant Romant, de Toledo, paso a paso divagaba un escudero en continente reposado, ansí como pavón atildándose en la sombra.

Una dama tapada que tenía el mismo aspecto, el mismo andar reposado, grave, gallardo de su majestad. Más aún; de repente, aquella dama se detiene junto á un hombre que estaba parado en una encrucijada y se ase á su brazo y sigue. ¡Oh! no podía ser la reina, no; ¿á qué había de asirse á otro hombre?

Quiero decir que, apenas hube reposado algún tiempo en el lecho, habiéndome despertado a medianoche, al instante se me ofreció con admirable claridad que Gloria no podía cometer una acción tan ruin por capricho. Podía abandonarme, entrar en amores con otro, coquetear, darme cordelejo y reírse.

Un tanto reposado, pasé a la orilla del río para ver qué vapores había; ¿sabéis cual fue mi primer encuentro? Mi tuerto sabanero, sentado melancólicamente en una piedra, con mi maleta terciada a la espalda, al rayo del sol y entregado a la plácida tarea de hacer patitos en el agua con guijarros que elegía cuidadosamente. ¡Oh, santa paciencia!

Los últimos en sentir la atracción de Monte-Carlo eran los alemanes; pero Castro los había visto llegar en masa en los últimos años, aportando al juego el mismo sistema reposado, metódico y minuciosamente científico que aplican á la disciplina de cuartel, á la organización de la industria ó á los trabajos de laboratorio. Se les conocía apenas entraban en las salas.