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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Va dedicada al rey Felipe III. Aún hay aquí alusiones a Lucinda, pero ya frías y sin pasión, como de una cosa que se extingue y perece. Nueve mil reales fué el precio de la casa, que no carecía de comodidades ni de un bello jardín, reposo y contento del poeta.

Herido por doquier, desventurado sin reposo, la seguía constantemente y cuando eso no me era posible la echaba de menos desolado, maldecía a los que me disputaban su presencia y me desesperaba. Algunas veces me rebelaba sinceramente contra costumbres en las cuales me disipaba sin fruto, que no contribuían gran cosa a mi felicidad y me quitaban un resto de razón.

Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido por los reveses de la suerte, Félix buscara en el hogar fuerzas y consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindaría reposo, y con sus frases de cariño le infundiría esa fe que el temple de las grandes almas sabe trocar en energía.

Debaxo deste imperio tan dichoso Serán á una corona reducidos Por bien universal y tu reposo Tres reynos hasta entonces divididos: El giron Lusitano tan famoso Que un tiempo se cortó de los vestidos De la ilustre Castilla, ha de zurcirse De nuevo, y á su estado antiguo unirse.

Otra vez tuvo miedo a morir, otra vez tuvo el pánico de la locura, la horrorosa aprensión de perder el juicio y conocerlo ella; y otra vez este terror superior a todo espanto, la hizo procurar el reposo y seguir las prescripciones de aquel médico frío, siempre fiel, siempre atento, siempre inteligente.

El P. Jacinto, sin alterarse, imitando el entonado reposo de su ilustre amiga, contestó lo que sigue: Ya he confesado con ingenuidad que debí aconsejarte antes.

Lo esencial es que Juanita tuvo que pasarse sola y sin su madre casi los dos días enteros y tuvo que esperar hasta las diez de la noche del Miércoles Santo para poder hablar a su madre con reposo. Por eso Juanita había citado a don Paco en casa de ella para media hora después, para las diez y media.

Iba, en fin, a brindar el reposo, la comodidad que alababa Confucio, a la familia Ti-Chin-Fú, y esa familia evapórase como el humo, y otras familias surgen aquí y allá vagamente, al Sur y al Oeste, como claridades engañosas. ¿Y tenía que ir a Cantón, a Ka-ó-lí, a exponer otra oreja a las piedras brutales, huir aún por caminos descampados, agarrado a las crines de un potro? ¡Jamás!

Otro se precipita por una fisura negra y no se distingue desde fuera más que por centelleos indistintos; otro aun se lanza por aquí y allá retorciéndose como una serpiente de círculos alternativamente negros y plateados. A través de las rocas, los arbustos y las hierbas, todos los arroyuelillos, después de un momento en reposo, se juntan nuevamente como una porción de niños al grito de la madre.

Usted no tendrá celos, ¿no es verdad? Siento únicamente que ese hombre haya muerto... porque al fin, viviendo él, hubieras sido su esposa... No hablemos nunca de esto más: nunca... nunca: ha sido una explicación precisa. Ahora, mi buen hermano, suplico a usted me diga cuál es mi aposento. Necesito descanso; reposo; he sufrido mucho.

Palabra del Dia

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