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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Por fin, entró de lleno en el asunto: descritas la posición escogida y condiciones higiénicas del convento, la vida ordenada y sana alimentación de los religiosos, no pudo menos de manifestar su extrañeza ante el excesivo número de ingresos en la enfermería, y especialmente porque todos ó casi todos los padecimientos fuesen de la misma índole y carácter inflamatorio, no pocas veces de terminación funesta.
Habían los cuatro religiosos fraguado un terrible plan contra el citado Provincial, y, sorprendiéndolo en una de las celdas del citado convento, le dieron muerte, sin que se pusiera en claro, apesar de las diversas opiniones, el motivo del crimen.
Para salvar el alma, lo más esencial es tener la mesa puesta a hora fija. Nosotros, los religiosos, lo sabemos bien; como que la idea de las órdenes religiosas es ésa precisamente.
En la actualidad, como usted debe de saber, no es fácil hallar hombres que desde el comienzo de la vida manifiesten sentimientos piadosos, se unan con el corazón y la inteligencia a la doctrina de nuestra madre la Iglesia. La juventud está corrompida hasta los huesos. No hay muñeco que no haga gala en el día de pisotear los preceptos religiosos.
Ciertamente no eran tales asambleas en muchas ocasiones lo pacíficas que es de suponer entre clérigos regulares, y las crónicas de los institutos religiosos y la tradición de personas ancianas conservan la memoria de algunas de estas reuniones que terminaron trágicamente como el famoso Rosario de la Aurora.
Yo solicité de la señora condesa que me consiguiese una beca en el arzobispado de Toledo; pero después me vi obligado a servir al rey, y salí de la corte. Este joven añadió doña María nos acompañará algunas noches, robando tal cual rato a sus estudios religiosos y a las meditaciones místicas que le traen tan absorbido.
Tal era el modo como las habian dispuesto los franciscanos, con el objeto de estar á la mira de todos los pasos de los indios, y de poder velar sobre sus acciones. En aquel entónces, los comerciantes que venian á la provincia, estaban obligados á hospedarse en el convento para efectuar sus trueques en presencia de los religiosos.
Poquito a poco se había ido amoldando y ajustando por tal arte a los usos de lo más elegante de Madrid, que ya no se atrevía casi nadie a llamarla la «Reina de las cursis», que era el dictado que al principio le daban. Su marido había atinado en los negocios, y se había enriquecido más aún. Ambos esposos se habían hecho muy aristócratas, religiosos y conservadores.
Mientras le preparaban el baño, estuvo hablando con la superiora de asuntos religiosos: esta conversación la sostuvo con la jovialidad y la gracia propias de su juventud. No hacía mucho que se hallaba en el baño, cuando la superiora, que atravesaba el corredor en el cual estaban los cuartos de baño, creyó oír gritos y gemidos ahogados cada vez más apagados.
La bautizó después en un arroyo con el nombre de Bienhallado, y allí la traía, enternecido, apretando el paso, para darle pronto buena leche de las cabras del convento. Después de abrazar a los religiosos y enjugarse gruesas gotas de sudor, sacó de los bolsillos del pantalón un sobre con el sello del águila rusa. Esto es lo que le manda el general Camilloff, amigo Teodoro.
Palabra del Dia
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